Dioses irritados

13/10/2013 - 00:00 Luis Monje Ciruelo

 
   
  No es fácil acertar con el tono al escribir sobre los movimientos sísmicos que se están produciendo en Vinaroz, Son sucesos que pueden enfocarse desde el humor y la ironía o desde la inquietud y alarma de los habitantes de la zona. Podríamos decir que esos eventos son la reacción de los dioses del mar o de la tierra, irritados ante la osadía del hombre, que no tiene escrúpulos para hurgar en sus entrañas, cada vez con mayor profundidad y menor respeto. Y alegando toda clase de pretextos. Unas veces, en busca de algo que necesita, y otras, como en este caso, alterando el subsuelo para introducir elementos extraños a presión. Se ve que los dioses están cansados de estas torticeras maniobras en sus profundidades. Hacer humor a costa de la alarma y miedo de los castellonenses no parece muy adecuado. Aún a distancia, todos seguimos de cerca esas extrañas sacudidas de la tierra en aquella zona, en mi caso, además, por los entrañables recuerdos que me suscita Peñíscola. Los alcarreños no podemos comprender, porque nunca la hemos experimentado, la angustia de ver que las paredes se agrietan, los vasos y vajillas tintinean y el suelo pierde estabilidad, sobre todo en los pisos altos. Pero el hombre, aunque ahora se haya paralizado la Operación Castor, con gran costo para nuestra economía, por cierto, no dejará por ello de seguir haciendo investigaciones en el subsuelo, porque le son necesarias para su futuro.
 
   La verdad es que, por un motivo u otro, cada vez se exploran más las profundidades, estén o no cubiertas por las aguas, ya sea en busca de hidrocarburos o de gas, para localizarlos o almacenarlos, o residuos radiactivos, o investigación de minerales. Recuérdese el “franking” que ha movilizado a los pueblos de la Serranía del Ducado. Menos mal que Yela no ha tenido problemas al almacenar en su subsuelo 1.050 millones de metros cúbicos de gas natural a 2.300 metros de profundidad. Los vecinos de la localidad no han tenido motivos para protestar o quejarse, a no ser porque esa instalación de gas no ha creado tantos puestos de trabajo como ellos hubiesen deseado. Es de esperar, como todos queremos, que esos pequeños terremotos acaben sin víctimas ni daños, mientras nos congratulamos de que el almacén de gas de las profundidades de Yela no haya creado problemas, aunque tampoco beneficios a la zona. Excepto que Yela queda así incardinada entre un hecho histórico y una singularidad geológica.