Domund

24/10/2010 - 00:00 José Sánchez González

 Un año más, la Misión llama a nuestras puertas y a nuestros corazones. En este domingo, 24 de Octubre, se celebra en toda la Iglesia la Jornada Mundial de las Misiones. Es un día especialmente dedicado a contemplar con interés y con afecto el inmenso mundo de las Misiones. Millones de hermanos nuestros, llamados como nosotros a conocer y a seguir a Jesucristo, Salvador de todos. Muchos no han oído ni hablar de Él; otros lo conocen sólo por noticias que no les dicen nada; otros están en proceso de prepararse para ser bautizados o se inician en la fe y en la vida cristiana que ya han acogido. El Domund es una jornada de especial comunión con el Papa. Él, como Pastor Universal, tiene encomendada la solicitud por todas las Iglesia. A él acuden con toda clase de peticiones, desde todos los puntos de la tierra; a él y a sus colaboradores más inmediatos corresponde distribuir y repartir equitativamente los recursos de que pueda disponer, tanto materiales, como humanos, como espirituales. Solamente contando con nuestra generosa colaboración, puede el Santo Padre ayudar, aunque nunca en la medida de las necesidades, que son inmensas, a cuantos misioneros y otras personas de las Misiones acuden a él. La obra de la Misión es, en primer lugar, una obra sobrenatural. La fe, la vocación, la vida cristiana, la salvación… son don de Dios, gracia y regalo. De ahí que se nos pidan en este día y siempre nuestra oración, nuestros sacrificios, nuestras ofrendas espirituales por las Misiones. Pero la obra de las Misiones es también obra humana, que necesita recursos materiales. El sostenimiento de las personas que trabajan en las Misiones, la organización y funcionamiento de todas sus obras, como templos, capillas, viviendas, dispensarios, escuelas, talleres, cooperativas, obras de ingeniería, como traída de aguas, caminos, puentes… exigen recursos materiales en regiones donde la pobreza es extrema. De ahí que se nos pida en este día y siempre una colaboración económica muy generosa. A pesar de que sintamos, más o menos, los efectos de la crisis económica, nada es comparable con la necesidad, el subdesarrollo y la miseria en otros lugares de la tierra, donde están las Misiones. Ayuda de valor inestimable y necesaria a la Misión es, sin duda, la ofrenda de las personas que trabajan en las Misiones: Los misioneros y misioneras, los colaboradores, los voluntarios…Es el mejor servicio que se puede prestar y que están prestando de modo ejemplar y admirable miles de misioneros y agentes de pastoral, maestros, voluntarios de todas las profesiones, de forma generosa y gratuita. Si el Señor nos llama por este camino, no dudemos de que es un excelente modo de seguir al Señor, primer misionero y modelo de misioneros. Si no tenemos esta vocación, nos corresponde a todos, especialmente a los sacerdotes, personas consagradas, padres y educadores cristianos, fomentarla y acompañar y ayudar con nuestros medios y recursos a quienes la reciben. El lema para el Domund de este año recoge el ruego de unos extranjeros que, dirigiéndose al Apóstol San Felipe, le dijeron: “Queremos ver a Jesús” (Jn 12, 21). De modo explícito, en muchos casos, en otros vagamente, hoy también nos piden nuestros contemporáneos, conocidos y desconocidos: “Queremos ver a Jesús”. “Mostradnos a Jesús con vuestra palabras, con vuestra obras y en vuestra vida”. Buscan el rostro del Dios bueno, de Dios que se manifiesta en su Hijo Jesucristo, que los ama hasta dar la vida por ellos. La posibilidad más inmediata que podemos ofrecerles de descubrir a Dios, que es Amor, es que vean reflejado ese rostro de Cristo en quienes nos decimos discípulos suyos. La Jornada Mundial de las Misiones, el Domund, nos ofrece una oportunidad extraordinaria de mostrar a nuestros hermanos, que buscan a Dios, su rostro y su amor.nmediato y a que piensen, cuando pactan con los sindicatos, qué intereses están defe.