Donar vida
23/10/2014 - 23:00
Aunque las cifras indican que cada vez son más las personas conscientes de la importancia de ser donantes de órganos todavía no existe en la sociedad una convicción clara, una cultura de la utilidad que las distintas partes del cuerpo humano tienen una vez muerto para hacer posible que otras personas enfermas sobrevivan. Son demasiados los que mueren esperando un corazón, un hígado o un riñón compatibles con su organismo, mientras se entierran cada día a muchas personas con estos órganos en disposición de haberles salvado. Es cuestión de pura humanidad dar a los demás lo que por desgracia ya no nos sirve para mantener la propia vida. No se puede obligar a nadie a la extracción de sus órganos vitales una vez fallecido por motivos de respeto a su integridad, a su dignidad, a su persona, por supuesto, pero sí se debe insistir en campañas de concienciación y de información que hagan comprender que nuestro cuerpo inerte puede salvar una o varias vidas humanas o devolver la vista a un ciego. También, sin ningún riesgo para la salud, se puede ser donante de medula ósea lo que genera una gran satisfacción personal por saber de la trascendencia del gesto. España es referente internacional en donaciones, líderes, y ello es motivo de orgullo por demostrar la generosidad, sensibilidad y solidaridad de nuestras gentes. En Castilla-La Mancha, el aumento ha sido espectacular en los últimos años, de estar a la cola del país a experimentar en 2013 un récord nacional y estar en línea ascendente. El trabajo de los profesionales de la Sanidad que convierten en éxito estas donaciones por el acierto en los trasplantes es otro motivo del aumento de carnés y del número de familiares que en el momento del deceso autorizan la extracción de los órganos. Nadie quiere morir, pero cuando sucede, debe servir de consuelo el saber que servirá para que alguien tenga una oportunidad de seguir con vida. Tal vez no sean suficientes las campañas que se hacen o seamos nosotros los que miremos a otro lado porque no queramos enfrentarnos a la realidad de nuestro propio fin, pero hace falta mayor concienciación. No todos moriremos tan viejos como para que nuestros órganos ya no sirvan, aunque sea nuestro objetivo.