¿Dónde está Rajoy?

20/04/2013 - 00:00 Emilio Fernández Galiano

  
  
  
  Hace días publiqué en el periódico seguntino La Plazuela un dibujo en el que presentaba a Mariano Rajoy vestido del singular personaje que hizo famoso la serie en cómics de ¿Dónde está Wally?, basada en intentar encontrar al susodicho entre una marea humana con la única pista de su indumentaria, un jersey a rayas rojas horizontales. Aunque intento aferrarme a algunos datos macroeconómicos que apuntan a una posible reactivación del chiringuito nacional, me topo frontalmente con algunas realidades que acrecientan mi escepticismo, acaso hartazgo, de lo que sucede día tras día en este barrio de 50 millones de vecinos llamado España. Es como el símil utilizado ahora recurrentemente: la tormenta perfecta. Se unen en el tiempo la crisis, la corrupción, el paro y el descrédito de las instituciones.
 
  Precisamente en torno a la primera de todas ellas, la de la jefatura del Estado, se proyectan las sombras alargadas del resto de las variantes. Y ciertamente en poco o en nada le está ayudando la segunda de ellas, la presidencia del Gobierno. En la principal crisis que la monarquía británica padeció tras la muerte de Lady Di, la reina Isabel tuvo la suerte de tener como primer ministro un líder como Tony Blair, quien supo trocar con habilidad la penosa imagen de una rancia reina en festejada permanencia patriótica de la dinastía de los Windsor. Y después de otra líder, recientemente desaparecida, Margaret Thatcher, que ejerció sin complejos sus compromisos de Gobierno aún padeciendo serias revueltas sociales.
 
   Ambos se sucedieron perteneciendo a distintos partidos, con sus virtudes y sus defectos, pero tuvieron en común ser líderes. Volviendo a nuestra piel de toro, el inútil bastión que para don Juan Carlos le está suponiendo su “primer ministro” en nada le favorece cuando más necesita de su ayuda. Además, Mariano Rajoy, por esa obsesión de mantener el “perfil bajo arriolero”, no sólo está perdiendo la oportunidad de liderar una recuperación nacional –recordemos su mayoría absoluta-, si no que con su timorata actitud está sumergiendo aún más la nave sin saber achicar el agua. ?La presencia de Rajoy a través del plasma en las ruedas de prensa monclovitas, no deja de ser, aunque sea en HD, fiel reflejo de su atrincheramiento en una retaguardia que en nada ayuda a combatir los principales problemas de la Nación. Sus entrevistas en secreto con los que reniegan de la actual composición del Estado deja entrever su “comodidad” para actuar en la sombra.
 
   El líder que hoy necesita España tiene que salir a la luz, bajar a la arena, mancharse los zapatos de barro, visitar fábricas y plantar cara a las dificultades en vivo y en directo, aún a costa de soportar pitos de los más indignados o improperios de los oportunistas, pero, ay, eso es condición de líder. ?La campaña de desvertebración de lo que conocemos por España busca con ahínco el desprestigiar el primer eslabón de la cohesión nacional: la monarquía. Si en el segundo, el de la presidencia del Gobierno, se encuentran otro debilitado y ausente, la cadena está prácticamente rota. No es una casualidad que ante una jefatura del Estado asediada y otra del Ejecutivo desaparecida, campen libremente los separatismos, por un lado, y los antisistemas, por otro. Este país no está para experimentos que la Historia ha demostrado que son desastrosos, fatales. Este país está para líderes que asuman con sentido de Estado sus responsabilidades, haciéndose grandes cuanto mayores son las dificultades.