El aborto de las dictaduras
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
Antonio Canaves Martin / Madrid
El silencio del Vaticano, frente al apoyo de la iglesia católica hondureña al golpe de Estado del dictador Roberto Micheletti, viene a confirmar que el Vaticano sigue sin apoyar las democracias. Prefiere la fuerza de las armas de las dictaduras para expandir la fe por decreto y obtener privilegios de mano de dictadores, que el poder de unas urnas que les deparan un poder incierto.
Hoy como ayer, prefieren apoyar y llevar bajo palio a este nuevo Pinochet, Videla o Franco que al carpintero de Nazareth. El clero prefiere abortar a los ya nacidos y creciditos, bajo los estragos de las armas de los militares sublevados y su represión sangrienta, antes que los embriones no nacidos. Su respecto a la vida y a la dignidad humana termina cuando se trata de apoyar a dictadores. No hay excomunión para quien reprime, asesina y aborta la vida a su pueblo. Es una oportunidad más, para que los católicos que se consideran cristianos, se den de baja por escrito de una organización hipócrita y represora, que pide respeto por la vida de embriones, cigotos y fetos, pero apoyan a los asesinos en masa que mediante la fuerza de las armas y la coacción, intentan imponer su criterio sobre la soberanía de la democracia. Los cristianos no pueden estar con quien apoya la violencia y el asesinato. Y hace falta que los pobres, el pacifico pueblo cristiano que padece la tiranía de cualquier dictador arropado por el clero, se rebele y haga una labor de evangelización de evangelizadores hacia el clero católico: curas, obispos, cardenales y Papa, para que se conviertan a Cristo y sean auténticos cristianos, y no, meros mercaderes del templo, que especulan con el pecado, excomuniones y condenaciones a los pobres y cuelan el camello a los ricos. El carpintero de Nazareth nos dejo su legado bien claro: bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Lucas 6-20. Sobran templos, encíclicas, ceremonias e intermediarios a sueldo entre Dios y los hombres.No esperemos una verdadera paz en el mundo, mientras existan religiones que en nombre de Dios permiten que unos creyentes se hagan ricos a costa del trabajo y la ignorancia de otros creyentes, dividiendo la sociedad en ricos y pobres, provocando cuartelazos armados para disputarse el poder para oprimir al pueblo. Nos corresponde a los pobres tomar el testigo que nos dejo Jesús de Nazareth, y a cada uno de nosotros, ser su representante.