El acusado del crimen de Galápagos confesó a los investigadores que controlaba “constantemente” a la víctima y que era celoso

08/05/2018 - 13:59 J. Pastrana

Hasta doce agentes de la Guardia Civil pasaron este martes por la Audiencia Provincial para testificar en el caso de A.R.L., acusado de matar a su pareja sentimental a puñaladas mientras ésta dormía el 5 de enero de 2016.

Hasta doce agentes de la Guardia Civil pasaron hoy por la Audiencia Provincial para testificar en el caso de A.R.L., acusado de matar a su pareja sentimental a puñaladas mientras ésta dormía el 5 de enero de 2016, en el domicilio que ambos compartían en la urbanización Montelar (Galápagos).

 

Ayer, la Defensa reconoció que el acusado había cometido el crimen, pero aseguró que había sido durante un brote psicótico provocado por el abusivo consumo de cannabis, cuando al llegar de dar una carrera nocturna creyó que había un intruso en el domicilio familiar. Además, A.R.L. negó que fuera un celoso compulsivo o que ejerciera un continuado control sobre la víctima, S.G.S.

 

Celoso, impulsivo y controlador, según sus propias palabras

Durante la jornada de hoy, han pasado por el tribunal tanto los agentes que le detuvieron aquella madrugada, que le encontraron descalzo en medio de la calle con su hija subida a horcajadas sobre los hombros, como los miembros de la Policía Judicial encargados de investigar el caso.

 

Especialmente significativo ha sido el testimonio tanto del Instructor como del Secretario del caso. Según indicaron ambos, el propio acusado les reconoció que era una persona celosa, impulsiva y que controlaba “constantemente” tanto los wassap como el Facebook de la fallecida. Además, el Instructor del caso recordó que, durante un periodo anterior en el que la pareja había estado separada, el acusado llegó a amenazar de muerte al padre de la víctima, diciendo “de la cárcel se sale, pero del cementerio no”.

 

La versión de la carrera, en entredicho

Tampoco creen el Instructor y el Secretario del caso que A.R.L. saliera a correr la noche del crimen, ya que en el momento de la detención se encontraba descalzo y con ropa poco apropiada para hacer ejercicio. Desde su punto de vista, si fuera cierto que al volver a su casa hubiera creído que había un asaltante dentro de ella, no se habría quitado las zapatillas ni cambiado de ropa antes de inspeccionar el hogar.

 

Lo que sí indican es que el acusado les reconoció haber sospechado que alguien más se encontraba en el domicilio familiar, “pero no que fuera un ladrón o que temiera por la integridad física de nadie”. Durante la búsqueda de esa persona fue cuando se acercó al cuarto conyugal, en el que S.G.S. dormía junto a la hija de ambos, de 5 años, y le pidió a su pareja el móvil para ver a quién había llamado, explicó el Instructor del caso. Después de eso, el acusado asesto 13 puñaladas a la fallecida.

 

Es precisamente durante ese ataque cuando A.R.L. aseguró siempre tener lagunas de memoria. Los agentes de la Policía Judicial creen que la víctima fue apuñalada mientras estaba tumbada. Además, indican que el acusado no parecía tener ningún tipo de herida física, lo que podría apoyar la tesis de la Fiscal y la Acusación Particular, que hablan de un ataque sorpresivo.

 

Otro punto sobre el que Fiscal y Acusación Particular interrogaron a los agentes, sobre todo a los que llegaron en primer lugar al domicilio, fue sobre si la luz de la habitación en la que se cometió el crimen estaba apagada o encendida. En la reconstrucción de los hechos, un mes después del crimen, A.R.L. indicó que la del pasillo estaba encendida y la del cuarto no. En cambio, los agentes que llegaron en primer lugar al domicilio sí indicaron que la luz del dormitorio estaba encendida. Se trata de un detalle que podría ser importante, ya que A.R.L. sostuvo el lunes que cuando atacó a su pareja no lo hizo pensando que era ella, si no al ver a alguien tapado en la cama con una sábana, probablemente ese extraño al que estaba buscando, una afirmación que podría ser más o menos creíble según el nivel de claridad que hubiera dentro de la habitación.

 

“Un, dos, tres, soy policía”  

La Defensa sostiene que el ataque se produjo como consecuencia de un brote psicótico provocado por el abusivo consumo de cannabis. En este sentido, uno de los agentes que realizó la inspección ocular de la vivienda confirmó haber localizado cogollos de marihuana, aunque no restos de colillas en los ceniceros.

 

La noche del crimen, un vigilante de seguridad de la urbanización fue el primero en encontrarse vagando por la calle a A.R.L., que iba acompañado de su hija. El encuentro terminó en pelea. El vigilante huyó para pedir refuerzos a su compañero y ambos decidieron llamar a la Guardia Civil. Aquella madrugada, el aviso llegó a una patrulla del puesto de El Casar que se encontraba junto a otra pareja de la comandancia de Guadalajara, gestionando la recuperación de un coche robado, por lo que los cuatro decidieron ir a investigar los hechos.

 

En un primer momento, se sopesó incluso con la posibilidad de que el acusado portara una pistola, aunque posteriormente quedaría descartada. Los agentes y un vigilante de seguridad salieron a recorrer la urbanización. Finalmente encontraron a A.R.L. descalzo, en chándal y con la niña colgando sobre los hombros, aunque no asustada. Al verles, el acusado se acercó a ellos diciendo cosas como “un, dos, tres, soy policía. He aprobado”. E incluso llamaba Iván a uno de los agentes que le detuvieron, “aunque ese no es mi nombre”. En cuanto a la niña, les dijo que su “papá se había descontrolado un poco y que había golpeado a su mamá”, relató uno de los guardias civiles, aunque confiaba en que se pusiera bien.

 

Los agentes que tuvieron contacto con el acusado indican que tenía “altibajos”, momentos de tranquilidad, en los que incluso les ayudó a buscar el cuchillo con el que había cometido el crimen y que había arrojado en las cercanías, con otros de violencia. Y uno de los agentes, incluso, pensó que podía estar bajo los efectos de alguna sustancia. “Yo creo que una persona en su sano juicio, sin haber tomado nada, no está así”. De hecho, recuerda que pidieron a un sanitario que le administrara un calmante y que éste se negó por si al hacerlo provocaba una reacción con alguna sustancia que pudiera haber tomado A.R.L. Otros agentes, sin embargo, aseguraron haber visto gestos violentos similares en otras detenciones. Lo que ninguno recuerda, eso sí, es que el acusado dijera en momento alguno que había un extraño en su casa o que alguien le estuviera persiguiendo.