El año de la Fe

28/08/2012 - 00:00 Atilano Rodríguez




El Papa Benedicto XVI ha convocado a toda la Iglesia a celebrar un “Año de la fe”. Este año comenzará, Dios mediante, el día 11 de octubre de 2012, con ocasión de la celebración del cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II y del veinte aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, y concluirá el día 24 de noviembre de 2013 con la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Con esta convocatoria, el Santo Padre, consciente del alejamiento de Dios de muchos bautizados y del confusionismo religioso en el que viven bastantes cristianos como consecuencia de las profundas transformaciones sociales, culturales, religiosas y políticas experimentadas durante las últimas décadas en el mundo, desea y espera que todos hagamos una profunda reflexión que nos permita revisar nuestra fe y progresar en el camino de la auténtica conversión al Señor, único Salvador del mundo. Secundando la propuesta del Sucesor de Pedro y asumiendo que la fe es, ante todo y sobre todo, un regalo de Dios, todos tendríamos que preguntarnos durante este año si realmente creemos en el Dios revelado en Jesucristo como Señor de nuestras vidas, si confiamos de verdad en Él y esperamos su salvación o, por el contrario, si hemos creado dioses a nuestra medida para satisfacer nuestros deseos e intereses personales.

  En ocasiones, todos podemos desfigurar la imagen del Dios verdadero al caer en unas prácticas religiosas repetitivas y rutinarias que dificultan el encuentro con Cristo y que nos impiden edificar nuestra existencia con Él y en Él. Con la fin de favorecer y hacer posible este encuentro con Cristo por parte de todos los diocesanos, para el próximo curso pastoral os invito a poneros con fe viva ante la Palabra de Dios para escucharle, descubrir su voluntad, acoger la voz del que está ya presente en nuestro corazón y celebrar su presencia salvadora en los sacramentos, renovando cada día la amistad con el Señor. Solamente si escuchamos con fe, silencio y atención al Dios, que siempre nos ama primero, podremos responderle con verdad y, de este modo, estaremos disponibles para dar testimonio de su amor a todos los hombres.

  Desde la escucha de la Palabra de Dios hemos de renovar el ardor misionero y hemos de revisar también los itinerarios de iniciación cristiana y de formación en la fe de los miembros de nuestras comunidades para encontrar caminos nuevos que ayuden a proponer la fe y a provocar la conversión a Jesucristo de niños, jóvenes y adultos en este momento de la historia. La nueva evangelización, a la que todos los bautizados estamos invitados, sólo será posible si antes nos dejamos evangelizar y transformar espiritualmente mediante el encuentro y la comunión vivida con Jesucristo.

  El Papa Benedicto XVI, al presentar la urgencia de la transmisión de la fe a quienes viven en la indiferencia religiosa o no han tenido la dicha de conocer a Jesucristo, señala en la Carta Apostólica “Porta fidei” que, ante todo, es necesario un testimonio convincente por parte de todos los cristianos a partir de la escucha de la Palabra de Dios: “Lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y en el corazón por la Palabra del Señor, son capaces de abrir la mente y el corazón de muchos al deseo de Dios y de la vida verdadera, esa que no tiene fin”.