El buen vecino

Los alcaldes, sin olvidar sus responsabilidades políticas, son, en muchas ocasiones, los que se encargan de estar ahí donde los vecinos les necesitan, yendo más allá de su papel y convirtiéndose en la cara más cercana. Pero además, el alcalde, lo es para todos. Quien resulta proclamado, tras las elecciones, toma posesión ante el Pleno de la Corporación y tras esa “ceremonia” inicia el camino de la responsabilidad vecinal que le lleva ha hacerse cargo de todo el pueblo, de los problemas de los que le hayan votado y de los de quienes no lo hicieron, independientemente de que fueran de un signo político o de otro, porque al fin y al cabo el alcalde es la imagen de una colectividad. Un cargo que tiene pocas oportunidades para distinguir entre la vida personal y la profesional. De ahí la dificultad. Se dice que los representantes del pueblo han de estar con el pueblo y cumplir, por lo menos, todos sus deberes de ciudadanos, quizás, aún si cabe con más ejemplaridad que ninguno. Siempre es mejor hablar con autoridad que ejercerla, y para ganársela hace falta ser el primer servidor de los servidores. En Guadalajara hay cientos de ejemplos, se podría decir que tantos como los 288 primeros ediles que se reparten por sus cuatro costados. A su cargo se suman una retahíla de competencias, a veces sin orden ni concierto, porque las arcas están vacías y hay que superar la asfixia económica, que, no debe pasar por una subida de impuestos. Sin duda el alcalde, sobre todo el de los municipios con menos recursos, es contable, psicólogo, albañil, fontanero,.... etc, pero sobre todo su papel es el de buen vecino.