El enemigo a la ofensiva
Cómo se pueden considerar defensores de nuestros intereses, de los intereses generales del país, aquellos y aquellas que aprueban medidas que perjudican por activa, por pasiva y por perifrástica a la inmensa mayoría de la población?
Quizá sean nuestros representantes porque hace algo más de dos meses ganaron unas elecciones generales prometiendo que no se iba a favorecer el despido y sí los contratos indefinidos, pero han hecho todo lo contrario y con sus medidas condenan a la inmensa mayoría social: los trabajadores y las trabajadoras a la precariedad, a la arbitrariedad de las empresas y los empresarios al establecer de facto con las medidas de esta reforma laboral condiciones de semiesclavitud.
Quizá tengan legitimidad jurídica pero no tienen legitimidad ética ni moral, porque prometieron todo lo contrario de lo que están haciendo, porque criticaron dura y contundentemente a quienes nos hicieron lo mismo o parecido e hicieron creer a algunas personas que iban a ir por otro camino. Algunos ya sabíamos que no, que iban a ir todavía más allá, que se quedaron pendientes más vueltas de tuerca y que hacía falta otra mano derecha, otra mano más derecha todavía, para llevarla a cabo.
El enemigo tiene muchos recursos, no pone todos los huevos en la misma cesta y está a la ofensiva. Así las cosas ya no caben medias tintas. Al deterioro de los servicios públicos que ya está y al que se nos viene encima, hay que sumar los recortes en materia laboral. Si el despido ya era fácil en nuestro país, ahora ya es gratis. Ni siquiera de 20 días por año. Esto, de facto, será la norma para los actuales contratos, pero a aquellos a los que les hagan el nuevo contrato indefinido con un periodo de prueba de un año, a buen seguro que le despedirán gratis antes de que pase ese año y luego contratarán a otro y harán la misma operación.
Hay que explicar a quien no estaba contento con sus condiciones laborales, que no se preocupe, que a partir de ahora será el patrón el que las fije unilateralmente. Y lo peor es que nos quieren convencer de que esto es lo moderno y que va a ser bueno para nosotros. Insultan nuestra inteligencia, lo hacen de forma permanente y no podemos permanecer impasibles como si esto no fuera con nosotros, solo porque tal vez no nos afecta de forma directa ahora, pero a buen seguro que la onda expansiva nos llegará a nosotros y/o de forma más sangrante a nuestros hijos e hijas.
Al recorte de los servicios públicos, al recorte de las prestaciones sociales, tanto los presentes como los futuros, que suponen y van a suponer una pérdida en nuestra calidad de vida, se suma ahora una nueva reforma laboral con los mismos ingredientes que la de 2011, pero aumentados y si no hay una respuesta contundente, cada vez se nos exigirá más y más. Ya sabemos que los mercados son insaciables.
Lo único que puede parar estas transferencias de rentas de los de abajo a los de arriba, de la gente común a los más ricos, del trabajo al capital, es la unidad y la movilización en defensa de lo público, de lo colectivo, de lo que garantiza nuestra salud, nuestra educación, nuestras pensiones, nuestra calidad de vida y un trabajo digno y con derechos. Si un gobierno apuesta por robarnos lo que ha costado decenas de decenas de años de lucha a los nuestros y a las nuestras, a los que vivieron antes que nosotros y nosotras, si un gobierno ha decidido servir a los intereses del enemigo, él es el enemigo y deberemos actuar en consecuencia.