El Estado de Bienestar, cuestionado
19/09/2011 - 00:00
El último mes del verano se ha presentado convulso, no sólo por la crisis de los mercados y la presión ejercida por éstos sobre la deuda de España, sino porque nos está llevando a una encrucijada de difícil salida y con efecto negativo sobre la superación de una crisis que llevamos sufriendo desde hace unos cuatro años. La reforma de la constitución, con la introducción de un límite de endeudamiento público tranquilizará a los mercados y encauzará nuestra economía hacia parámetros más estables. Sin embargo, el lado oscuro de esta reforma recae sobre los más débiles, pese a que no quiere reconocerse en los foros públicos y los partidos políticos, ante la proximidad de las elecciones generales del 20-N, desvían la atención hacia otros menesteres menos escabrosos. Al final, el tope de gasto reconocido en la Constitución recaerá en las partidas presupuestarias más sociales como las de sanidad, educación y dependencia.
La reforma constitucional va dirigida contra el Estado de Bienestar, se le quiere poner freno a su desarrollo, amputando algunos aspectos esenciales de su identidad. Nunca antes había ocurrido algo parecido, se abre la veda al recorte en el sistema sanitario. Ya se vislumbran algunas propuestas como las de Cataluña y Castilla La Mancha donde se van a poner en marcha, a pesar de la oposición de los sindicatos y de la opinión pública, medidas que influirán negativamente en la calidad asistencial, con el cierre de centros y el despido del personal sanitario. La Sanidad es uno de los estandartes del Estado de Bienestar, reflejo del desarrollo alcanzado en nuestro país en las últimas décadas.
Un SNS que funciona relativamente bien a pesar de la escasa contribución del Estado, si lo comparamos con las de los países más avanzados de la Unión Europea. Cuenta con grandes profesionales, con una tecnología punta y con una infraestructura de primer nivel en toda la geografía nacional, y con centros de atención primaria y una red de hospitales que han contribuido en la salud y en el bienestar de los españoles. No hay que olvidarse que nuestra esperanza de vida está entre las más altas del mundo, y es gracias a nuestro sistema sanitario. Mantenerlo, cuidarlo y mimarlo es esencial para las futuras generaciones. Ya sabemos, y lo venimos reiterando desde siempre: hay que poner orden, mayor racionalidad en la gestión de los recursos tanto financieros como humanos, pero sin olvidarnos de la finalidad del SNS.
La Ley de Sanidad es una buena herramienta, el Ministerio de Sanidad y las Comunidades Autónomas tienen la obligación de sentarse y consensuar propuestas en el Consejo Interterritorial que introduzcan parámetros viables y eficaces en la gestión del gasto, sin perjudicar ni disminuir la calidad asistencial. Si se pretende recortar el gasto sin mirar sus consecuencias, tendrán enfrente no solo a los sindicatos sino también al movimiento social, la sociedad está cansada de sufrir la mala gestión de políticos irresponsables que nos está llevando a una situación límite. La cifra de desempleados, unos cinco millones de personas sin esperanza de encontrar un trabajo, y jóvenes sin expectativas a no ser que se vayan del país, son datos que sonrojan a cualquiera y muestra una radiografía de lo mal que se han hecho las cosas en este país.
Ya es hora de construir, con sangre y sudor, un futuro mejor, levantando las vigas del nuevo edificio nacional. Con consenso, los dos partidos mayoritarios están obligados a pactar políticas que nos permitan salir cuanto antes del agujero de la crisis, restaurando el bienestar perdido y recuperando a los millones de personas en el desempleo. Sabemos que son tiempos difíciles, pero hay que salvaguardar el Estado de Bienestar, corregir sus defectos pero manteniendo su esencia. La Sanidad, está en el centro de la mirada de los que buscan su privatización. Siempre hay partidarios de la gestión privada, pero el país no permitirá su desmantelamiento. La Sanidad Pública, su universalidad y solidaridad, van en los genes del pueblo español. Solo hay que ir a las encuestas del CIS para darnos cuenta de su relevancia e importancia en nuestro país.