El Gobierno no reconoce la aportación humanista del cristianismo
01/10/2010 - 09:45
Cartas al director
Jesús MArtínez / Madrid
Años atrás, el entonces cardenal Ratzinger ya escribió largo y tendido sobre las relaciones del cristianismo y la democracia y ha dejado bien sentado que la exigencia pública de la verdad, propia de la fe, no puede perjudicar ni al pluralismo ni a la tolerancia religiosa del Estado, pero que de ello no puede deducirse una plena neutralidad del Estado respecto a los valores; en otras palabras, que el Estado debe saber que existe una base de verdades que no está sometida al consenso sino que lo anticipa y lo hace posible.
En este sentido, el cristianismo no puede renunciar a su dimensión pública y bien podría citarse en este contexto la defensa que la Iglesia de España ha asumido del derecho de los padres a la educación moral de los hijos, recogida en la Constitución y vulnerada con la asignatura obligatoria de Educación para la Ciudadanía.
El problema consiste en que en España, el Gobierno no reconoce siquiera la aportación humanista del cristianismo que, a su vez, nunca podrá renunciar a su verdad interna.
No estamos, por tanto, ante una crisis del catolicismo que se manifiesta en el rechazo de su verdad que la Iglesia está obligada a proclamar- por parte de un Gobierno laicista, sino, en todo caso, ante una crisis de entendimiento entre el poder temporal y el espiritual.La situación se agrava en función de una ausencia lacerante de pensadores realmente independientes en el ámbito de la laicidad, al estilo de lo que fue en Italia Indro Montanelli o el que fuera presidente del Senado italiano, Marcello Pera.
El problema consiste en que en España, el Gobierno no reconoce siquiera la aportación humanista del cristianismo que, a su vez, nunca podrá renunciar a su verdad interna.
No estamos, por tanto, ante una crisis del catolicismo que se manifiesta en el rechazo de su verdad que la Iglesia está obligada a proclamar- por parte de un Gobierno laicista, sino, en todo caso, ante una crisis de entendimiento entre el poder temporal y el espiritual.La situación se agrava en función de una ausencia lacerante de pensadores realmente independientes en el ámbito de la laicidad, al estilo de lo que fue en Italia Indro Montanelli o el que fuera presidente del Senado italiano, Marcello Pera.