El medio rural más quemado

02/10/2012 - 00:00 José Manuel de las Heras


  Goethe aseveró que; ue la sociedad urbana, que se cree desarrollada, ningunea a la agricultura y al medio rural, el precio que podemos pagar por ello puede ser muy alto. El aumento de los incendios, es también un síntoma, descontadas las condiciones meteorológicas aparte, de esa desidia hacia todo lo que no parece urgente y moderno, aunque sea importante.

  Muchos viven pensando, que lo fundamental son las nuevas tecnologías, la penetración de internet en los hogares, el aumento de ventas a través de la web, la presencia en las redes sociales y los servicios vinculados al ocio. Yo no discuto que sean cosas importantes, pero creo que lo son, después de haber llenado el estómago. Estamos en el denominado primer mundo y eso hace suponer que la mayor parte de las necesidades básicas, de los ciudadanos, las tenemos cubiertas.

  Se nos olvida con demasiada frecuencia que países con tanta población y con los que ahora se nos quiere hacer competir, o se nos ponen en algunas cosas como ejemplo, como la India, tienen un70% de sus ciudadanos, sin acceso al agua corriente y/o red de alcantarillado, o sea defecando en las calles. Damos por sentado y hacemos bien, que si nos ponemos enfermos un medico podrá vernos y mandarnos unas medicinas para que nos curen, tengamos mas o menos recursos, porque ese es un requisito básico cubierto en una sociedad europea mas o menos desarrollada.

  Con la comida y con el papel del medio rural, pasa algo similar, la gente sabe que hay quienes se dedican a producirla y que está en el campo, pero poco más. Como dice un amigo mio de Madrid a los niños: “el campo es eso que veis en el coche cuando vais de una ciudad a otra, y es de donde proceden todos los recursos” . Esta sociedad, de la que hay que recordar que los agricultores y ganaderos también formamos parte, es egoísta y miope en muchos aspectos.

  Se ha acostumbrado a que tiene derecho ciertas cosas sin pensar en las condiciones que soportan las personas que tienen que producirlas y eso puede que esté llegando a su fin. Pensar, como mucha gente ha hecho hasta ahora, que si algo sale caro producirlo en el país, “lo traemos de fuera”, se ha terminado para muchos productos, porque para adquirir bienes y servicios en el extranjero, hay que tener dinero, o en su defecto, capacidad de endeudamiento y no parece que en España vayamos sobrados de lo uno ni de lo otro. De eso ya se ha ocupado la especulación financiera.

  Es hora, de que expliquemos a los niños y recordemos todos nosotros, que los huevos no salen ni del cartón, ni del frigorífico ni del Carrefur, que la leche no proviene de tetrabrik y que el jamón no lo fabrica el carnicero. Bueno es recordar que la capacidad de producir bienes reales y necesarios para los ciudadanos es una tarea imprescindible, que crea la verdadera riqueza de un país y es la que nos hará salir adelante, y no la economía especulativa. Cuando el monte se quema, todos nos quemamos un poco En este contexto quiero recordar, por lo ocurrido este año, que el que se quemen nuestros montes y masas forestales de manera importante, es un drama de tal magnitud que creo que no alcanzamos a comprenderlo en su totalidad.

  Por eso me entristece cuando dicen que los daños de un incendio son 70 millones de euros o cien millones de euros. ¿Aun suponiendo que nos pusiéramos a restaurar un monte quemado al día siguiente del incendio y que con el tiempo, todo volviera a quedarse igual -en algunos casos serian necesarios más de cien años- ¿cuanto vale el que nosotros mismos o varias de las generaciones que vienen detrás no podamos contemplar un bello paisaje, cobijarnos en un bosque, para pasear o salir de merienda con la familia o a escuchar los trinos de los pájaros durante 20, 40 o 100 años?

  Eso poniéndonos poéticos y obviando la gran cantidad de actividades económicas que genera el monte, y la naturaleza bien conservada. Los agricultores y ganaderos somos los primeros y de los que más sufrimos “ en nuestras propias carnes” las consecuencias de los incendios porque el campo y el medio rural son el lugar de nuestro puesto de trabajo y en muchas ocasiones es también donde está nuestra casa. Las consecuencias de muchos de estos incendios, son tan graves que aumentan seriamente las posibilidades reales de avance del desierto en zonas como las mediterráneas o las islas Canarias.

  Si no se ponen los medios reales para evitar los incendios, en primera instancia y tener medios para sofocarlos cuando ya se han producido, seguiremos como vamos escuchando cantos de sirena, mientras los pirómanos se ríen de nosotros y destruyen nuestro medio rural. Ya estamos cansados de que incendios, que son verdaderas catástrofes en bienes naturales, en emisiones de CO2 en destrucción de paisajes etc, se resuman y “se despachen” en un breve reportaje de televisión, en el que aparece un viejo con una lagrimita y una vecina evacuada que ya está contenta porque ya la dejan volver a su casa. Muy lamentable también resulta ver tras el incendio, a políticos echándoles la culpa a otros políticos y diciendo que hay que endurecer las penas, como se decía hace uno, dos, diez o veinte años; sólo hay que mirar las hemerotecas para comprobarlo.

  Peor aún es verlos tras el desastre presumir de cómo su gestión ha sido la correcta. Así, parece que algunos políticos nos toman tan poco en serio, como los pirómanos. Es ya hora de que se pongan los medios reales para evitar en lo posible estos desastres. Es evidente que ahora no se hace. Sin un medio rural vivo y bien conservado no se puede producir comida sana y de calidad, tener aguas potables en las ciudades y materias primas de un modo razonable. Volvamos a nuestros orígenes y revisemos todas aquellas cosas que de verdad son necesarias para tener verdadera calidad de vida. Y pongamos todo nuestro empeño en conservarlas y mejorarlas.