El mundo católico estrena Papa

16/03/2013 - 00:00 Redacción

 
La provincia de Guadalajara continúa su devenir entre la preocupación y la esperanza. Y mientras todo sigue su curso, cae la nieve en algunos lugares de la provincia- no en la capital que resiste-, el frío es intenso, el agua de Beleña se debe desembalsar sin poder ser almacenada, los transportes viven sus conflictos y se aprueban planes provinciales, en la chimenea del Vaticano sale humo blanco. Habemus Papam. Noticia de calado mundial que atrae la curiosidad y el interés de los miles de cristianos de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara. Francisco I, el primer Papa latinoamericano en dos mil años de historia de la Iglesia Católica, es nuevo jefe de Estado y líder espiritual de millones de personas en todo el mundo. Una nueva etapa se abre llena de expectativas, de ilusiones y de esperanza.
 
  Guadalajara es una provincia de hondas raíces cristianas, fiel a sus tradiciones, que profesa respeto y cariño a sus sacerdotes y que contempla con preocupación la falta de alumnos en los seminarios, las dificultades de los curas para atender tantos pueblos, el crecimiento espectacular de la función caritativa y social de la Iglesia a través de sus organizaciones como Cáritas, Accem o Manos Unidas o la falta de conexión de mucha gente joven con los dogmas o enseñanzas morales, que se ven lejanos a las nuevas realidades o formas de pensar. Por otra parte gran parte del patrimonio artístico y monumental de la provincia pertenece a la Iglesia. Los templos son casi el único reclamo turístico de muchas pequeñas localidades y su restauración o mantenimiento se convierte en un problema.
 
  Iglesia y sociedad caminan juntas en esta pequeña provincia, compartiendo preocupaciones y problemáticas. El nuevo Papa debe afrontar una necesaria renovación porque las instituciones tienen que adaptarse a los tiempos. La falta de vocaciones, el envejecimiento de los fieles que asisten a las funciones religiosas, algunas conductas poco ejemplares o la pomposidad de altas jerarquías son algunas sombras entre las muchas luces de una Iglesia cuyos servicios espirituales y sociales son cada vez más necesarios.