El obispo, ministro para la misión

27/02/2011 - 00:00 José Sánchez

Continuando con mi carta de la pasada semana, ante la próxima venida de nuestro nuevo Obispo D. Atilano, me fijaré hoy más en lo que constituye el ministerio o servicio del Obispo en relación con los demás cristianos. Jesús llamó a los Doce para que estuvieran con Él y los llamó Apóstoles, que significa “enviados”, “mandados”, para enviarlos a predicar, es decir, a la misión. Así lo confirma en el envío después de su Resurrección y antes de su Ascensión y se realiza plenamente con la Venida del Espíritu en Pentecostés. En la escena del Envío, según San Mateo (Mt 28, 18-20) se nos muestra cómo todo el ministerio pastoral se articula según la triple función de enseñar, santificar y regir.
   En la Ordenación o Consagración Episcopal, el obispo recibe la misma misión de Cristo encomendada a su Apóstoles y con ella el mismo amor de Cristo, que se concreta y expresa en el anuncio del Evangelio, en la administración de los sacramentos y dones de Dios y en la guía del pueblo hacia la vida eterna. Esta triple función está tan relacionada que, cuando el obispo enseña, también santifica y guía; cuando santifica, enseña y guía, y cuando guía, enseña y santifica también. San Agustín define esta totalidad del ministerio del obispo como oficio de amor. Por otra parte, hay que tener en cuenta que el obispo, antes que obispo, es cristiano por el Bautismo, hijo y miembro de la Iglesia, como los demás cristianos, y no ha dejado de serlo, sino que, además, es maestro, santificador y pastor, en nombre y en representación de Cristo Sumo Sacerdote, Maestro y Pastor.
    El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial son dos modos de participación del único sacerdocio de Cristo. La relación entre ambos modos de ser es de reciprocidad y de circularidad. Ambos se necesitan, ambos se sirven y ambos reciben uno del otro. San Agustín, Obispo, definía esta su doble condición con estas palabras: “Para vosotros soy obispo, con vosotros, cristiano. Aquél es el nombre del cargo; éste el de la gracia”. La fórmula que se usa para definir esta relación del ministerio del obispo con el de los demás cristianos en la Iglesia es la de “ser entre”, “ser ante”, “ser para”, “ser con”.
   Efectivamente, la realidad de que el obispo, que es y sigue siendo un bautizado, pero es también constituido en la plenitud del sacerdocio, fundamenta su “ser entre” los otros fieles y, al mismo tiempo “ser ante” ellos; es decir, que la consagración pone al obispo “ante” los demás fieles y esto se expresa en su “ser para” los otros fieles, lo cual no lo separa de “ser con ellos”. Demos gracias a Dios, que nos sigue bendiciendo con el envío del nuevo Obispo, D. Atilano, que viene enviado por el Señor, por la mediación de la Iglesia a prestarnos el servicio “servicio de amor” en representación y en la persona de Cristo y a ser “entre nosotros cristiano y para nosotros obispo”.
  
  
   .