El optimista y el pesimista

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

ESCAÑO CERO
JULIA NAVARRO PERIODISTA
No sé si es que se reparten los papeles de optimista y pesimista, pero el caso es que cuando el presidente Zapatero habla parece coser y cantar salir de la crisis económica y financiera mientras que cuando lo hace el vicepresidente económico Pedro Solbes, sus análisis y previsiones son tan agoreros que entran temblores.
Las últimas declaraciones de Pedro Solbes producen vértigo al asegurar que la capacidad de maniobra del Gobierno está agotada ante la crisis, de manera que no parece que sea el hombre capaz de ofrecer una solución a su propio diagnóstico. Si hace unos meses Solbes era un político que generaba confianza, hoy parece un político noqueado, que no sabe cómo hacer para salir de esta situación. Naturalmente no tendrá ningún efecto en el presidente Zapatero, que la opinión publica, además de la publicada, vean al vicepresidente Solbes bajo mínimos. De manera que el Gobierno traslada a los ciudadanos una posición esquizofrénica, la del optimista y la del pesimista, dependiendo de quién hable sobre la crisis.

Hace unos meses, durante la última campaña electoral, cuando instituciones como el Banco Mundial o la propia Unión Europea, advertía sobre la crisis que se nos echaba encima, el gobierno Zapatero negaba la mayor, y no me cansaré de recordar que Pedro Solbes fue una pieza clave para el triunfo electoral del PSOE, al ganar por goleada el debate televisado entre él y el representante del PP Manuel Pizarro. Y es que en nuestro país somos más cigarras que hormigas (yo también confieso mi tendencia al optimismo) y por tanto preferimos creer a pies juntillas a Pedro Solbes cuando casi se burlaba de las previsiones pesimistas de Manuel Pizarro. Solbes nos ofrecía seguridad y confianza, al afirmar con rotundidad que de crisis nada, que nuestro país iba a crecer y crear empleo -Incluso el mismísimo presidente Zapatero prometió que esta iba a ser la legislatura del pleno empleo. Mientras que Pizarro se nos presentaba como el peor de los agoreros. Hablaba de crisis, de pérdidas de empleo, del fin de una época, la del dinero fácil, pero no quisimos escucharle. Ahora la realidad es aún peor que la que describía Pizarro.