El premio

07/01/2016 - 23:00 Javier del Castillo

Las lluvias de estos primeros días de 2016 despejan la contaminación y el horizonte de nuestros agricultores. Yo diría que incluso mejoran nuestro estado de ánimo, antes de encarar la cuesta de enero. Sin embargo, el agua benefactora no consigue arrastrar a los tontos que continúan acaparando titulares, mientras asoman el careto por atalayas y miradores de edificios oficiales.
Después de ver en el balcón del ayuntamiento de Valencia a su alcalde Joan Ribó presentando orgulloso a las Reinas Magas “Libertad”, “Igualdad” y “Fraternidad”, me acordé del gran Luis Carandell, catalán de nacimiento, pero admirador del alma castellana hasta el punto de convertirse en hijo adoptivo de Atienza.
Carandell, coleccionista de historias y tradiciones populares, formó parte en los años ochenta de “La Tertulia del Alabardero”, que se reunía en la taberna del cura Luis Lezama en Madrid, y que tuvo la feliz idea de crear el premio “Tonto contemporáneo”. Tras largas deliberaciones, se premiaba al personaje que más había destacado por sus simplezas, torpezas o reiteradas boberías.
No voy a recrearme en los méritos de los galardonados, pero sí en la sorpresa que se llevó uno de esos agraciados cuando recibió la llamada del siempre recordado Carandell. El ganador de la edición había sido Luis Solana, entonces presidente de Telefónica, y el encargado de llamarle para comunicarle la noticia se decidió que fuera Carandell. Pues bien, cuando Solana escuchó “te hemos dado un premio”, le faltó tiempo para dar las gracias – es un orgullo, viniendo de quien viene este reconocimiento -,sin esperar a que su tocayo terminara de explicarle de qué premio se trataba. La decepción fue tan grande que ni se dignó en recoger el trofeo, cosa que sí hizo Jesús Aguirre, otro de los premiados.
Aunque sólo sea en honor a aquella “Tertulia del Alabardero” – en la que estaban Miguel Ángel Aguilar, Pedro Altares y Vicente Verdú, entre otros – y en consideración a los méritos contraídos por personajes como Joan Ribó y Artur Mas, debería rescatarse el premio. Es una pena que quede “desierto” un galardón que tiene tan excelentes candidatos. Especialmente, uno: el todavía presidente de la Generalitat, que sigue persistiendo un día tras otro en la ridiculez más absoluta.