El 'Rally' de la vida
31/10/2014 - 23:00
El rally de coches en la televisión, creo que por carreteras del Pirineo, me ha hecho pensar en el paralelismo de esas carreras con el discurrir de la vida, Y me ha parecido que era oportuno dada la proximidad del Día de los Difuntos, fecha en que todos, más o menos, reflexionamos sobre la vida y la muerte y los sentimientos que suscitan. Un rally ya se sabe que es una competición automovilista con motores preparados para aumentar su potencia. La carrera se realiza por carreteras normales, no por autopistas ni circuitos, cortadas exprofeso al tráfico para el rally mientras dura la prueba. Salen de uno en uno . Piloto y copiloto se mueven con gestos bruscos, a través de las cámaras instaladas en el interior del vehículo, con movimientos nerviosos, sin prestar la menor atención, porque no pueden, a las bellezas del paisaje, y a la magnificencia del entorno, que es lo que justifica el atractivo turístico de aquellas montañas.
En el camino de la vida sucede algo parecido: salimos de uno en uno cuando nacemos y llegamos a la meta, que es el morir, como diría Jorge Manrique, uno detrás del otro. Y tampoco hay adelantamientos, pero sí accidentes, que, cuando son fatales, trastocan la competición y hacen que se llegue al final de la vida o de la carrera en cualquier momento. Y vamos también, como los pilotos, nerviosos, azorados, cuando no irritados, en busca del dinero, del poder, del éxito, por lo que los afanes de cada día tampoco nos dejan disfrutar con sosiego de las bondades del camino, las que quizá sólo sabemos apreciar al evocar los recuerdos, al igual que los pilotos de rally no se detienen para admirar la Naturaleza y sólo la gozan como una imagen más en su memoria. Vamos por la vida como con orejeras, encerrados y aún ensimismados en nuestros pensamientos, que a veces ni siquiera son nuestros sino instilados por la publicidad y la propaganda que terminan lavando nuestro cerebro. Y es que los afanes, ilusiones y ambiciones que a todos nos mueven nos hacen vivir apriesa, lo contrario de lo que aconsejaba Gracián, sin pararnos a pensar que la vida es con frecuencia un negocio en el que las ganancias materiales a veces se descompensan con las pérdidas en lo espiritual. Como la felicidad nos llega casi siempre de forma muy distinta a como la esperábamos, no nos damos cuenta de ella hasta que la hemos perdido, teniendo en cuenta que no suele ser grandilocuente sino que está formada por cosas pequeñas.