El sentido del Día de Todos los Santos

02/11/2011 - 00:00 Redacción


En Guadalajara, como en el resto de nuestro país es tradición, desde tiempos remotos, visitar a los familiares fallecidos, engalanando sus lápidas con flores. La enorme cantidad de mártires cristianos que produjo la persecución de Diocleciano (284-305), llevó a la Iglesia en el siglo IV a establecer un día para conmemorar los a todos, pues el almanaque no alcanzaba para darles a cada uno el suyo. El Día de Todos los Santos, fue instituido por la Iglesia en épocas distintas y su fecha de celebración sufrió varias modificaciones, antes de quedar fijada según la conocemos actualmente. Ayer, los cementerios de toda la provincia se volvieron a convertir en lugar de peregrinaje. Sin embargo, cada vez son menos los que encaran esta fecha con sentido religioso y más los que aprovechan estos días para realizar un merecido descanso que les hace huir de la rutina. Pero no se puede olvidar que la festividad de Todos los Santos es una tradición arraigada desde hace siglos en nuestro pueblo, de gran valor que no debemos perder, en favor de otros ritos importados. La fiesta de Halloween, apoyada por el marketing, y con la colaboración de los padres y maestros, e incluso instituciones que favorecen una fiesta de mascaritas de terror, de importación, cobra fuerza. Es lógico que se busque el sentido comercial, pero lo que no resulta aceptable es que en su favor quede atrás parte de nuestra cultura. Es ese aspecto más lúdico el que está haciendo que en algunos casos esta celebración, procedente de los países anglosajones, empiece a desplazar la tradición cristiana. Toda costumbre sufre modificaciones y así ha pasado también con esta festividad, pero es una pena, que independientemente de las creencias religiosas se pierda la oportunidad de rendir tributo a nuestros seres queridos ya ausentes, a la vez que se conservan tradiciones muy nuestras, como lo hace la capital con la representación del Tenorio Mendocino. Debemos conseguir conjugar todas expresiones sin que ninguna de ellas deba, necesariamente, acabar en el olvido. Algo que se antoja difícil si tenemos en cuenta que son los jóvenes los que menos practican el sentido tradicional de esta fiesta.