El sínodo para la nueva evangelización

11/11/2012 - 00:00 Atilano Rodríguez


 
   El pasado día 28 de octubre concluían los trabajos del Sínodo de los Obispos sobre la “nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Al comienzo del mismo invitaba a todos los diocesanos a pedir la Luz de lo alto para que las deliberaciones de los participantes ayudasen a abrir nuevos caminos para evangelizar con nuevo ardor en estos tiempos de indiferencia religiosa y de relativismo moral. Una vez concluidos los trabajos del Sínodo, además de dar gracias a Dios por las reflexiones de los Padres sinodales, debemos meditar con esperanza el iluminador mensaje dirigido a todos los miembros del Pueblo de Dios y, cuando se hagan públicas, también hemos de estudiar las proposiciones que serán entregadas al Santo Padre para que pueda redactar la Exhortación Apostólica Postsinodal, si así lo considera oportuno. Si no queremos que las deliberaciones del Sínodo se queden en papel mojado, ahora tenemos que hacer el esfuerzo de conocerlas, reflexionarlas y aplicarlas a la realidad de nuestra diócesis.
 
   Teniendo en cuenta que los trabajos del Sínodo estaban especialmente orientados a la búsqueda de nuevos caminos para impulsar la evangelización, ante todo tendríamos que preguntarnos si estamos dispuestos a asumir el encargo de evangelizar confiado por el Señor. Los cristianos no podemos quedarnos en el simple cumplimiento de unas prácticas religiosas. Hemos de salir al mundo con alegría, mostrando el gozo de habernos encontrado con Cristo y superando los miedos a la hora de manifestar nuestras convicciones religiosas y nuestra experiencia de Dios a los demás. Cada bautizado, de acuerdo con la vocación a la que ha sido llamado por el Señor, debe asumir la gozosa misión de anunciar a Jesucristo, el único Salvador del mundo, con el testimonio de las palabras y de las obras. Esto nos exige a los sacerdotes, religiosos y laicos cristianos abrir nuestro corazón a la acción del Espíritu Santo para que nos purifique interiormente y nos ayude a vivir y actuar con un nuevo dinamismo misionero. Si todos los hombres tienen el derecho de conocer a Jesucristo, la Iglesia y cada bautizado ha de asumir la gozosa responsabilidad de presentárselo.
 
  En el cumplimiento de la misión, nos encontraremos con muchas personas que esperan con inquietud que les presentemos el verdadero rostro de Cristo a través de nuestra vida. Pero, también descubriremos a otros hermanos que están necesitados de la luz de Dios para encontrar respuestas definitivas a los interrogantes de su vida y, sin embargo, se han olvidado de Él y no lo consideran importante para la existencia. Como consecuencia de ello, han perdido la orientación sólida y segura de la existencia y se han convertido “en mendigos del sentido de la misma”. Estos hermanos, aunque no lo manifiesten públicamente o pretendan acallar la voz de la conciencia, como señalaba el Papa Benedicto XVI en la homilía de la misa con ocasión de la clausura del Sínodo, “tienen necesidad de una nueva evangelización, de un nuevo encuentro con Dios, el Cristo, el Hijo de Dios (Mc 1, 1), que pueda abrir nuevamente sus ojos y mostrarles el camino”.