El tejar de las ‘Mil Fuentecillas’ de Codes

01/10/2010 - 09:45 Hemeroteca

Por: JUAN CASTILLO JUGAS
Nos habían informado de la existencia de un Tejar en esta localidad, y al llegar, nos encontramos con paisajes de gran belleza, dada la altitud de su emplazamiento. En el pueblo, Ernesto Tello nos presentó a Marcelino Martínez García, nacido en Codes aunque ausente de su pueblo unos años, tras una estancia en Barcelona donde emigró cuando el empleo en tierras alcarreñas obligó a ello.
Desde el primer momento que hablamos con él, demostró su amor por su pueblo, alabando las excelencias de sus paisajes, y del conocimiento de la historia de sus monumentos. Así que en su compañía bajamos a visitar el tejar de las Fuentecillas (conocido también como La Solana). Primero diremos que en Codes, había restos de otro Tejar, sin trabajar, como poco, desde antes de la guerra, estando situado en el Paraje de la Umbría .
Actualmente para ir al Tejar de “Las Fuentecillas” hay que tomar un camino que sale de la carretera, y dando un pequeño rodeo, se llega en unos quince minutos, ya que el sendero por el que se bajaba antes desde el pueblo, está impracticable por la maleza y los cantos de piedra acumulados. El Tejar está en una pequeña explanada donde se levanta todavía los restos de la vivienda de los Tejeros, que era de buenas dimensiones,(unos 20 metros de largo por doce de ancho), conservándose los sillares y un murete de piedra de un metro de altura, estando el resto de la edificación destruido. Esta casa servía igualmente de almacén de la teja fabricada pero no cocida, que se iba almacenando, hasta conseguir una carga del horno, evitando así su destrucción en caso de una tormenta.
El horno es de planta circular de unos 2,5 metros y está fabricado con adobes, y como cosa curiosa, y nada frecuente está adosado a la pared posterior de la vivienda, teniendo su boca de carga en un lateral. Gracias a la colaboración recibida de Javier Bueno Sancho, podemos presentar una foto del interior del horno, tomada hace años, cosa que hoy día sería imposible al estar casi cegada la boca por arena. Se conserva bien la puerta de encañar y la de desencañar. Todo este conjunto estaba situado en La Solana, en el paraje conocido como”El Tejar” “Camino del Tejar, etc
Como otros muchos Tejares de la zona, el Tejar era trabajado por tejeros levantinos, pero a diferencia de los demás, tiene una serie de peculiaridades interesantes. En primer lugar los tejeros –que eran de Alcoy llamados José Hernández y Francisca, ayudados por sus hijos Carmen, Remedios, Vicente y Jacinto- vinieron de forma ininterrumpida muchos años, hasta el cierre del Tejar ocurrido hacia 1955. También es digno de señalar que algunas temporadas no regresaban en invierno a Alcoy, permaneciendo los tejeros en Codes.
Lo más interesante de este Tejar, es la organización de los vecinos en las llamadas “ADRAS” (Similar a las “Hacenderas”). Así en una temporada normal, al llegar la primavera se hacía un bando para que cada vecino pidiera el número de tejas que precisara, pagando un tanto por teja. Además el alcalde ponía en marcha un ADRA. Esta palabra significaba hacer un trabajo comunitario obligatoriamente, sin cobrar nada. Se comenzaba por decirlo a los vecinos de la última calle, de la parte baja del pueblo. Conforme se precisaban más, se iba comunicando a todos los vecinos de esa misma calle, luego la otra calle y así hasta terminar todo el pueblo y volver a empezar. Si un vecino no quería hacer adras, perdía todos los derechos sobre la tarea encomendada. Así el adra del tejar consistía en traer leña (cambrones –espino cerval) al tejar para hacer la hornada. También en acercar la tierra que los tejeros habían sacado previamente, trasportándola con caballerías al Tejar.
El agua necesaria para trabajar, al principio, no sería problema. Por eso se llamaba el Tejar de “las fuentecillas”, dada la gran cantidad que había de fuentecillas manando agua desde la salida del pueblo hasta llegar al tejar. Pero con el paso del tiempo se iban agotando, dejando de manar y al final los propietarios de un huerto anejo al tejar les daban agua para trabajar. A cambio de esto, a los propietarios, se les libraba de hacer una o varias ADRAS
Finalizada la temporada, los tejeros hacían lotes y se sorteaban entre los vecinos que habían pedido tejas y también algunos ladrillos macizos fabricados bajo demanda. Los lazos afectivos del pueblo con los tejeros han sido excelentes, teniendo constancia de alguna unión familiar. Damos las gracias a Marcelino por su acompañamiento y búsqueda de información así como a Ernesto Tello García, poseedor de un archivo fotográfico único e irrepetible que merecería la pena publicarlo.