El verdadero espíritu navideño

23/12/2011 - 15:52 Redacción

Estamos ya inmersos en plenas navidades, y sin embargo, este año existe cierta sensación de tristeza. Se echan en falta, en calles y fachadas de grandes almacenes y comercios, muchos de los adornos y anuncios luminosos a los que estábamos acostumbrados en estas fechas y muchas de las personas que salen a comprar los ansiados regalos regresan a casa con las manos  casi vacías. Es la temida crisis, de la que tampoco se libran los Reyes Magos. La Navidad es una exuberante muestra del ingenio humano, de la productividad capitalista, y del disfrute de la vida. Cada cual busca, estos días su estrategia para comprar, los clientes que han decidido hacer frente a las apreturas siendo más ahorradores planean alternativas a la hora de regalar y los comerciantes que observan como sus ventas decrecen a pasos de gigantes lanzan sus cebos en busca de compradores dispuestos a sucumbir ante la ganga. Pero quizás esta sobriedad nos pueda ayudar a acercarnos más a esa humilde gruta de Belén donde el mismo Dios hecho hombre quiso nacer sin ninguna ostentación.  Es posible que la realidad nos haga ver el verdadero sentido de la Navidad y que ese niño Dios cuyo nacimiento vamos a conmemorar nos traiga su paz y alegría y la esperanza de tiempos mejores. Las costumbres de la Navidad, todas ellas, desde villancicos hasta árboles y decoraciones espectaculares, tienen su raíz en ideas y prácticas paganas. Estas costumbres fueron muy amplificadas por la cultura del consumismo, como el producto de la razón, la ciencia, los negocios, la mundanalidad y el egoísmo, es decir, la búsqueda de la felicidad. Ahora, impulsados por la necesidad y la austeridad, muchos abandonan tradiciones como la de salir de vacaciones en días tan familiares o la de atiborrarse de comidas y festines. Ya dice el refrán que no hay mal que por bien no venga y quizá el ajuste presupuestario de las economías domésticas nos lleve, este año, a entender de otro modo la Navidad, y a acordarnos, más si cabe, de aquellos que de verdad pasan necesidades.