Elección directa
30/08/2014 - 23:00
El verano ha centrado el interés informativo, sin olvidar a los Pujol y los Podemos, en esa propuesta de reforma para la elección de los alcaldes. El Partido Popular la hace a escasos meses de una convocatoria en la que habrá un nuevo reparto del poder territorial y poco después de observar con preocupación el fraccionamiento del voto que puede llevar a alianzas nada favorecedoras para sus intereses. El momento es la gran pega y obstáculo para alcanzar el consenso necesario y exigible para el diseño de nuevas reglas en el juego de la democracia. Pese a sugerirlo no pensamos que finalmente acometan en solitario una decisión de este calado, pero si creemos que pasadas las elecciones, con independencia de los resultados que se produzcan, se tiene que abrir un periodo de estudio y reflexión que sirva para acercar la política a los ciudadanos.
La idea del PP, ya defendida, más o menos, por el PSOE en tiempos pretéritos, es compartida por muchos ciudadanos porque mantiene que gobierne, y eso es la democracia, quien decida la mayoría y no la suma de las minorías que conlleva desvirtuar las voluntades de los votantes. Recordemos aquel 1991 cuando una formación política con tres concejales se alzó con el bastón de mando de nuestra capital provincial en la que otro partido con doce concejales pasaba a la oposición, aquella moción fracasada porque el concejal de un partido se fue al llamado Grupo Mixto en el último instante como si fuese el dueño de su acta en lugar de la formación por la que se presentó o el caso más reciente de un municipio que ha tenido ya tres alcaldes en esta legislatura. Otros pueblos de la provincia están gobernados gracias a pactos con partidos o agrupaciones de carácter local y en la historia hemos visto como el acuerdo de partidos de izquierda dejaban fuera del gobierno a la derecha. Todo esto forma parte del encanto de la democracia, pero no deja de ser una tergiversación del expresado deseo de los electores con el fin de alcanzar el poder que mucho de erótico debe tener cuando agrada tanto incluso en los casos que no reporta beneficio económico alguno. Opiniones hay para todos los gustos y eso es positivo porque la libertad de pensamiento y expresión es un pilar fundamental de la democracia, pero hay que regular los pactos por estabilidad institucional y respeto a los votantes. A nosotros, particularmente, nos gusta la segunda vuelta y no la adjudicación de una mayoría a quien no la haya obtenido en las urnas. Falta dialogar.