En defensa de la vida a través de la vida pública

22/08/2012 - 00:00 Domingo Martínez


  El aborto es un grave problema científico, político y social. Pero es también, y en gran medida, un serio problema moral para cualquiera, sea o no creyente. Todo hombre, si no quiere negar la realidad de las cosas, ha de procurar por todos los medios lícitos a su alcance que las leyes no permitan la muerte violenta de seres inocentes e indefensos. Personalmente, pienso que de la misma manera que estoy en contra de la pena de muerte de un delincuente por grave que sea el acto en el que ha delinquido, estoy en contra de la muerte de cualquier indefenso e inocente no nacido (aborto).

  Esta verdad, que es posible comprender desde la razón rectamente formada, es aún más clara y profunda a la luz de la fe. Sabemos, por experiencia, que el olvido de Dios lleva con más facilidad al olvido de la dignidad humana y que quienes sufren los atropellos, con mayor frecuencia, son los más débiles. En este caso, los concebidos que van a nacer.

  Por eso es tan importante seguir librando, en este terreno, la batalla del Amor y de la Vida, con valentía, sin complejos y alzando la voz, en defensa de los que no la tienen, especialmente cada vez que alguien, en nombre de la libertad y la democracia, vulnere nuestros derechos fundamentales y se atreva a estigmatizarnos por el hecho de ser católicos, como han pretendido desde el partido.