En el Pozo de los Ramos

15/03/2014 - 23:00 Luis Monje Ciruelo

El viajar por la provincia, aunque sea por rutas cien veces recorridas, siempre se encuentra algo nuevo si se va con los ojos abiertos, no para ver sino para mirar: por ejemplo, la extraordinaria riqueza forestal, en todo su esplendor en verano, del verde valle de Valverde de los Arroyos, ahora con sus ramas desnudas, y los crecidos caudales de los ríos por el deshielo de las altas montañas .Conocía el azud del Pozo de los Ramos desde su terminación hace cuarenta años, El sábado pasado la barrera que cierra el paso a los coches desde hace un montón de años estaba excepcionalmente abierta, así que nos saltamos el prohibido el paso para llegar al azud, que pudimos contemplar a gusto desde un altozano. Tiene un hectómetro cúbico y un kilómetro de cola. Rebosaba por el aliviadero y seguía su marcha el río entre tremendos cuestarrones hacía el embalse de Beleña Me sorprendió la soledad y el dramatismo del paisaje con desoladas laderas por la derecha, horras de vegetación por predominar la roca pura de pizarra sobre la tierra vegetal.
Al ver el azud me vino al recuerdo los Arribes del Duero, en Zamora, por la verticalidad de las rocas que lo flanquean por la izquierda y la angostura del desfiladero por el que se prolonga el pequeño embalse. Una desnutrida cascada se descuelga desde la altura de los pinares de la izquierda y le hace a uno pensar en la sugestión de un paseo en barca de remos por esas quietas aguas oscuras, sobre todo por el estrechamiento de la cola. Quien vaya a esa comarca debería hacerlo con respeto porque debajo del sugestivo paisaje que tiene por fondo el inmediato Ocejón, este día nevado, hay mucho trabajo oculto en el subsuelo y muchas vidas sacrificadas para enviar agua del Sorbe y del Jarama a Madrid a través del Canal de Isabel II. Porque este azud del Sorbe en término de Almiruete, pedanía de Tamajón, de poco más de nueve kms., de ellos más de ocho en túnel, aporta seis metros cúbicos por segundo al canal del Jarama. Los numerosos túneles y acueductos, obligados por lo accidentado del terreno, han sido abiertos en rocas pizarrosas y quebradizas proclives a desprendimientos lo que dio lugar a numerosos víctimas en su construcción. Prueba de ello es que un capítulo de mi libro Memorias de un niño de la Guerra se titula “Sangre por agua en el Jarama”. El túnel del Pozo de los Ramos pasa por debajo del santuario de los Enebrales a más de cincuenta metros de profundidad.