En Molina de Aragón, la estación de 'pin y pon'
04/02/2011 - 00:00
Sólo unos simples comentarios a vuela pluma, si acaso con algún retazo de ironía, trufada también de resignación.
No sé si porque los molineses conservan alguna tradición peculiar, cual es el privilegio de poder celebrar la Navidad con adelanto, cuando la Inmaculada, que los Reyes Magos han decidido obsequiarles en 2011 con una estación de autobuses. ¡Desde luego, falta hacía!
El caso es que, quién sabe si capitidisminuidos por la crisis, aunque quizá mayormente porque los de Oriente tienen por costumbre dejar sus regalos de modo que quepan en el zapato, se han descolgado con una estación miniatura, plantada en la calle de en medio o, mejor, en medio de la calle; por lo que hace al caso en el extremo de la de San Juan.
Al parecer no se ha encontrado mejor espacio idóneo que éste, más propio para seto aunque ayuno de él, y que no llega a plazoleta; digamos para consuelo que, si acaso, alejará a los trailers que por allí dormitaban. Vamos, la estación de Pin y Pon, como alguien incrédulo, aunque con alguna sorna o coña del lugar, se refería a ella días atrás.
A la espera de en qué se va a traducir el proyecto final, el desmonte de unos cuantos metros cuadrados se nos antoja que no da ni para aparcamiento de dos o tres biscúter, si es que les concedemos con justeza el espacio oportuno de maniobra. ¿Dónde, pues, al menos, dos-tres dársenas para autobuses o microbuses y algún espacio cubierto donde los inviernos son los más gélidos de España? ¿Dónde el aparcamiento para el autobús que, por ejemplo, venido de Zaragoza, regresa a destino pasada media hora? ¿Dónde los obligados servicios públicos? ¿Dónde la Sala de Espera y, tal vez, alguna oficina para información? ¿Dónde, quizá, algún bar que haga las esperas más agradables? ¿Acaso encomendaremos una y otra función a dos carteles y una máquina expendedora versátil? Y si la solución hace aguas en el presente, ¿dónde está la previsión cara el futuro, sea por crecer la población -difícil-, o por afluencia de turismo por mor del Parador, la Autovía y el Parque del Alto Tajo - posible y muy deseable-? ¿No será que, con semejante estación, se deja de creer en dicho futuro, arriando bandera por adelantado?
Y estos parámetros liliputienses
en Molina, lo que quiere también decir donde hay más espacios, donde más ancha es Castilla: no en vano la densidad del Señorío se sitúa entre uno y dos habitantes por kilómetro cuadrado, predesierto para la UNESCO. O sea que la reducción de la superficie, la jibarización de la estación, aquí no puede achacarse a promotores inmobiliarios haciendo su agosto, al precio especulativo del suelo ni menos a su falta. ¿O es que no había más terrenos idóneos para su ubicación? ¿No se van a acometer nuevas urbanizaciones tras las manzanas de casas que flanquean la parte sur del Paseo de los Adarves? Pues allí hay espacios y buenas salidas y entradas para autobuses. Si se quiere en los terrenos del antiguo Matadero, en la carretera de Castilnuevo, y que bien permiten ampliaciones. O en muchos otros. Desde luego, si se quiere acabar con la incomodidad y hasta el espectáculo de decenas de personas vagabundeando en horas punta por la calle, medio ateridas de frío, a la espera del autobús de turno, cual ahora acaece, no parece haber elegido la solución adecuada. Y si se ha pensado en dignificar los espacios propios para la subida y bajada de viajeros, alumnos que van a los centros escolares molineses o jubilados que se acercan al Centro Médico, pues tampoco; le falta dignidad, y primero amplitud al espacio que por estación les ofrecemos, quitándoselo por demás a la calle. Esperamos que no haya ningún accidente en el futuro en la estación y aledaños, en las maniobras de aproximación y recule. Aunque, los autobuses y microbuses, aparte de ocupar la calle de San Juan, imaginamos que en uno y otro sentido -cuando junto al Paseo de los Adarves bien puede ser esta, a día de hoy, la vía pública con mayor movimiento-, condicionarán el tránsito por dicha calle, causarán embotellamientos vanos y perjudicarán a quienes viven en las casas del entorno
sin beneficiar a nadie.
Puede que sea la solución más barata, pero no la que merecen los molineses. Esto más bien recuerda a aquella definición que Charles Lindblom de que la política es la ciencia de salir del paso.