En recuerdo a los comuneros


Durante unos días he visitado la ciudad de Toledo y me ha sorprendido que en la Plaza de Padilla no hubiera ninguna referencia a que allí se encontraba la casa de los comuneros Juan de Padilla y María Pacheco. En otra ciudad o pueblo de cualquier parte de España, que contara con personajes relevantes en la historia, ya habría una estatua y alguna inscripción que los recordara, y así habría de ser en Toledo con figuras tan principales como María Pacheco y Juan de Padilla durante los años de la revolución de las Comunidades de Castilla, considerada como precursora de las revoluciones modernas. Toledo fue la primera ciudad castellana que se sublevó contra la política antinacional de Carlos I y la que más resistió como ciudad comunera tras la batalla de Villalar. Sin embargo, se la conoce turísticamente como la ciudad imperial.

   Curiosamente, la inquina que tuvo el Emperador Carlos V con Toledo, principal ciudad que puso en peligro el estreno de una dinastía que desangró a Castilla durante dos siglos, llegó al extremo de mandar demoler la casa de los Padilla y Pacheco, sembrar de sal todo su solar, y colocar águilas bicéfalas de los Austrias en los escudos de la ciudad, que son los de Castilla. También mandó derruir la torre principal del antiguo alcázar de los reyes castellanos. En contraste, Juan Bravo cuenta con una estatua en Segovia, y en la fachada de un edificio de la villa de Atienza figura la siguiente dedicatoria en unos sencillos azulejos: En esta casa nació el heróico comunero Juan Bravo Capitán General de Segovia que dió su vida por “celoso del bien público y defensor de la libertad del reino”. Dedicatoria que resume muy bien el ideal de los denostados comuneros.