Entender la política
Vivimos una situación política de larga y profunda confusión. En medio de todo tenemos que devolver al lenguaje y a la acción política su dignidad y distinción pues hay mucho engaño y demagogia en ella. Existe mucha desazón que nos obliga a repensar planteamientos y conclusiones. Es necesario introducir criterios de discernimiento y contraste moral en la confusión reinante. Los viejos modelos de política y estilos de políticos deben ser renovados seriamente pero no sustituidos por otros en la misma línea de intereses, prepotencia y egoísmos. La política está en todas partes y no sabemos si ello es un beneficio o un problema. Los ciudadanos temen, con razón, que la política, el Estado, venga a robarles y despojarles de privacidad y autonomía. Los políticos entran a saco en los asuntos personales como son la educación, la propiedad privada, la conciencia, las creencias, la intimidad de la familia, la soberanía fiscal. Vivimos todos como dependientes del Estado. Hay muchas conductas de los políticos que no suscitan ya interés y, muy al contrario, producen rechazo. Los modales no son modelos. No son nada a imitar. Hay que cambiar trazados y recorridos biográficos. Hablar de liderazgos natos, dirigentes cualificados, dotados de carisma, de mitos o iconos sociales, no tiene sentido. Lo más grande es lo más sencillo. Toda exaltación o valoración que no sea en función de la entrega y del trabajo de las personas no es buena. Es artificial y convencional y está llamada a decepcionar. Hay demasiado mesianismo político y éxtasis social. Todo es amiguismo y fuera de él no hay más que desconfianza. Muchos políticos no están en ello sino en el mundo de los negocios o en la salida profesional siendo la actividad política una tapadera. Más allá de todo lenguaje demagógico, juego o ruido mediático y discurso, la política es normativa, son leyes y decisiones de gobierno que afectan y obligan a su cumplimiento por parte de los ciudadanos. Algunos se quedan en el nivel descriptivo o narrativo de la política ignorando que la acción de gobernar es mandato y está hoy inmersa en una gran conflictividad pues hay que armonizar el poder del Estado con la libertad de los ciudadanos, las iniciativas con las propuestas, el bienestar de la sociedad con el pluralismo de intereses, opciones y opiniones, la diferencia con las igualdades, la pobreza con la riqueza. Habrá que luchar contra privilegios e inmunidades que unos cuantos se apropian. La sociedad frustrada tiene que hacer como de aspiradora de los casos de deshonestidad e inmoralidad reinante por todas partes y convertir en desperdicio o deshecho todo lo mal hecho por los dirigentes sociales.