Entre un harakiri y un brete
El bipartidismo está herido porque los dos principales partidos insisten en auto lesionarse. Las respectivas campañas y, lo que es peor, la lectura que han hecho de los resultados electorales, no hacen más que confirmar esa tendencia suicida. El insistir el PP, como un muñeco parlante de cuerda, que han ganado las elecciones, al margen de una obviedad, es pura necedad, pues se prescinde de valorar la pérdida de poder y, en definitiva, la imposibilidad de aplicar su programa. En Guadalajara, Román volvió a ganar las elecciones pero perdió su mayoría absoluta y deberá negociar con Ciudadanos. Que no digo que sea algo malo, al contrario, aire nuevo que pueda buscar nuevas perspectivas. Pero el rigor exige reflexionar el porqué de una pérdida de votos tan importante, hecho extrapolable al resto de Castilla La Mancha cuyo gobierno regional ha perdido pie a pesar de su triunfo. A nivel nacional, un elevado porcentaje del electorado del PP se ha quedado en casa. No han votado a otros partidos, manteniendo una resignada fidelidad, pero ha sido su particular castigo. No se ha sabido movilizar a una abstención que esta vez sí, ha perjudicado al PP. Las sucesivas bajas de los barones populares manifiestan, además de una seria advertencia a Rajoy, que la marca ha perjudicado al candidato. Y la marca PP se ha cocinado en Moncloa en lugar de hacerlo en Génova, y se ha presentado muy mal en una campaña pésimamente planificada. En muchas comunidades autónomas, en muchos ayuntamientos, se ha votado más contra Rajoy-Montoro que a favor del candidato correspondiente. Hay una sensación generalizada en la mayoría de candidatos por la que se sienten víctimas colaterales. El harakiri más famoso de la reciente Historia de España es el que se practicó las cortes franquistas. Conscientes de que la Transición era inevitable, prefirieron apartarse favoreciendo una reforma desde dentro en lugar de una ruptura desde fuera. Rajoy, además de mirarse en espejo, debería tomar buena nota, pues el pasado es en muchas ocasiones el mejor consejero. No voy a hacer leña de un árbol que todavía no ha caído, pero que por muchos brotes verdes que pueda lucir, apenas da sombra. Su gestión, tras superar finalmente una de las crisis más severas, está amortizada, no tiene proyección. Sus éxitos económicos no superan nila presión fiscal ni los estigmas de la corrupción. Debería afilar la daga y dar paso a Feijoo aquí lo escribí hace tiempo-. Mejor la regeneración desde dentro y no que te la impongan desde fuera. Claro, que el panorama no es nada alentador en su vecino socialista. De igual modo, su pérdida de votos ha sido importantísima y en este caso su electorado no se ha quedado en casa sino que se ha fugado a otros partidos. Paradójicamente, recupera poder pero, en su caso, echándose en los brazos de Podemos. A diferencia de la cohabitación PP-CCs, la de PSOE-Podemos puede chirriar bastante más a sus votantes. Sigo pensando, y así lo confirma la última encuesta del CIS, que hay un centro sociológico que se moviliza entre una derecha y una izquierda moderadas. El PSOE nada tiene que ver con los del aro morado en muchos aspectos de base. Su relación con las Instituciones, la defensa de la Constitución, su apoyo al mundo empresarial, su apuesta por la Unión Europea, su convivencia con la Iglesia, la banca, el ejército La irrupción de Podemos, por más que en Madrid y Barcelona haya sido muy significada en sus respectivos ayuntamientos, sigue siendo un voto protesta que en este caso ha acaparado a buena parte de la izquierda, incluida la que votaba al PSOE. Si desde Ferraz se opta por una política generalizada de pactar con Podemos, puede tener dos consecuencias que lamentarán: un abandono de parte de su electorado y la pérdida de identidad como partido alternativo a la izquierda del PP. La capacidad mutante de los seguidores de Pablo Iglesias es insaciable, y son unos maestros en vender sus preparados, casualmente, cada vez más moderados. Pero que nadie se engañe, su objetivo sigue siendo la conquista del cielo. Podemos significa, junto a Syriza, la izquierda más radical de Europa. No me gustaría verme en el brete en el que se encuentra Pedro Sánchez.