Envío de los Catequistas

17/10/2010 - 07:00 José Sánchez González

 En este domingo, 17 de octubre, comenzado ya el Curso pastoral, se celebra en muchas parroquias y está señalado en nuestro calendario pastoral diocesano el Envío de los Catequistas. Se trata de un sencillo acto, dentro de la celebración de la Eucaristía o fuera de ella, por el cual se hace patente la condición del Catequista como “enviado” por la Iglesia para ejercer por su encargo y, en definitiva, por encargo del Señor, la preciosa tarea de iniciar a los niños y a los no bautizados en los fundamentos de nuestra fe y de la vida cristiana y de acompañar a los ya iniciados en su formación en la fe, en la oración, en la celebración de los Sacramentos, en la participación con la comunidad cristiana, en su desarrollo y crecimiento en el conocimiento del Señor, en la vida cristiana y en la Iglesia, en el servicio a Dios y a los hermanos, cada uno según su propio carisma y vocación.
    Si la misión y la tarea de los maestros cristianos en la Escuela es importantísima para la formación y educación en la fe y para la vida cristiana de niños, adolescentes y jóvenes, no lo es menos la de los catequistas en la comunidad cristiana. Ambos oficios o ministerios en la Iglesia han de estar en íntima y constante relación con los padres y con la familia, primera, original e insustituible educadora de sus hijos. En el Catequista han de darse, en mayor o menos medida; un adecuado conocimiento de los contenidos que enseña, una elemental formación pedagógica para adaptarse a la edad y condiciones de los catequizandos, una vida cristiana ejemplar y el testimonio perceptible de esa vida. En el buen catequista no es suficiente que esté muy bien formado y que enseñe muy bien. Es importante en la Catequesis la transmisión de conocimientos y la pedagogía adecuada. Pero el catequista ha de ayudar al catequizado a vivir la experiencia religiosa del encuentro personal con el Señor y a descubrir, valorar y gustar la experiencia de la vida de la comunidad y en la comunidad, a la que el niño, el adolescente, el joven y el adulto, que participan en la Catequesis, han de incorporarse, celebrar con la comunidad su fe y asumir gradualmente su responsabilidad y su participación activa en las tareas de la comunidad, tanto dentro de la misma, como en su misión hacia fuera. La Catequesis ha de estar siempre acompañada y tener lugar en un clima de oración, relacionada con la celebración y orientada a la vida. Es necearía una Catequesis especial para cada uno de los Sacramentos. En el caso del Bautismo de niños pequeños, dirigida a los padres, padrinos y personas que han de encargarse de la posterior educación de los mismos. Pero es un error, bastante extendido y que cuesta mucho desarraigar, considerar la Catequesis sólo como exigencia para la celebración de los Sacramentos y reducirla a unos encuentros, a unas semanas,  meses o años de preparación, sin continuidad posterior a la recepción de los Sacramentos respectivos.Es una lucha, desgraciadamente con limitado éxito, el empeño que tenemos todos los pastores, los catequistas y otros agentes de pastoral en convencer a los padres y a los niños, adolescentes y jóvenes de que la Catequesis es un proceso continuo, exigido antes y después de los Sacramentos, con unos momentos más intensos en el tiempo inmediatamente anterior a la celebración de un Sacramento – Bautismo, Confirmación, Primera Comunión, Penitencia, Matrimonio… Al celebrar una vez más el Envío de los Catequistas, quiero felicitar y agradecer a los Catequistas su abnegada labor, su generosidad, su paciencia, su amor y su buen hacer en este precioso servicio en nuestras comunidades y parroquias. Animo también a otras personas a que, en este Curso pastoral, especialmente dedicado a los fieles cristianos laicos, se ofrezcan a ejercer este importante ministerio y a prepararse para él. No es tan difícil, sobre todo para los padres y las madres que son por vocación y misión los primeros catequistas de sus hijos. Se trata de extender ese servicio también a otros niños.