Erre que ere
Entre los dos solitos han gobernado durante más de veinte años Andalucía. Los dos solitos están más cerca de los setenta que de los sesenta, los dos solitos han sido presidentes de Partido Socialistas, ministros en diferentes gobiernos de Felipe González el mayor de ellos también con Zapatero - y los dos solitos siguen ostentando responsabilidades, el uno en el Congreso de los Diputados y el otro en el Senado. Y, uno seguido del otro, han declarado ahora en el Tribunal Supremo en relación a uno de los fraudes más escandalosos de la reciente historia democrática. Erre que erre, o si lo prefieren Ere que Ere, sostienen que ellos no se enteraron de la existencia de la malversación de 855 millones de euros, de los que al menos 141 millones sirvieron para enriquecer a compañeros de partido y familiares o para comprar voluntades. La pregunta es muy sencilla: ¿dónde estaban ustedes, mientras sus subordinados expoliaban las arcas públicas que tenían la obligación de custodiar? José Antonio Griñán, consejero de Economía y posteriormente presidente de la Junta de Andalucía, no sabe lo que pasó, pero reconoce que fue un gran fraude. Al menos, algo es algo. Sin embargo, su antecesor en el cargo, Manuel Chaves, pide calma y esperar a que los tribunales se pronuncien. Será la justicia la que determine si el fraude fue pequeño o grande. Las irregularidades se suponen, pero a él no le informaron sus directores generales de los abusos que se estaban cometiendo. Manuel Chaves todavía pone en duda que existan irregularidades, a pesar de toda la basura que ha salido a la luz durante el proceso judicial que lleva abierto varios años. Al menos Griñán considera que lo investigado hasta ahora demuestra las barbaridades que se han cometido a sus espaldas por personas que se supone debían ser de su más absoluta confianza, como el director general de Empleo, Javier Guerrero. En este país, y no me refiero solamente al caso de los ERE, pueden sustraerse grandes sumas de dinero, sin que los encargados de custodiar esos fondos públicos se enteren de nada. O miran para otro lado. Mientras algunos de los encausados han declarado que recibían órdenes de arriba ¿En qué quedamos? Pues, al final, en lo de siempre. Balones fuera, que vamos ganando.