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El futuro ha llegado. Las personas vamos a ser sustituidas por máquinas que harán el trabajo por nosotros y nosotras. Pero hay algo que se escapa de la ciencia ficción más amistosa; éstas no trabajan gratis. No nos ayudan: nos sustituyen. Por tanto, la patronal está de suerte; los empleos del futuro son trabajos adecuados para todo tipo de manos: manos con pasión, manos con ideales, manos mecánicas. Pero de estas extremidades, unas son más y otras menos rentables. Y estoy seguro de que adivinan ustedes quien va a quejarse menos, quien tiene menos que alimentar proles y más que callar, quien va a sustituir al corazón y quien solo necesita aceite y tres en uno.
El sistema educativo, sin ir más lejos, es un claro ejemplo de ello. Por un lado disponemos de maestros y maestras para cubrir las necesidades de la educación primaria e infantil, actualmente dictadas para ser simples talleres de repetición y asimilación de conceptos, delimitados milimétricamente por rígidas administraciones que buscan la productividad económica antes de la humanidad implícita, con la complicidad de gran número de equipos directivos. Y están recortando sus salarios, su dignidad, su libertad, los puestos y todo lo que sea una amenaza al mecanicismo de la uniforme y conformista población. Si algún día somos sustituidos por máquinas será una alegría para unos cuantos y cuantas. Total, ya casi lo han conseguido.
Por otro lado surge la figura, obligatoria en este caso desde cualquier punto de vista, de educadores y educadoras sociales. Nuevas figuras del entorno educativo que buscan que el ser humano sea algo mejor que ser rentable; sea persona. Pero no podemos dejar que la gente piense. Sería una desfachatez y un deshonor que la gente tenga pasión y luche por ideas y ese tipo de cosas pasadas de moda, como la libertad económica para todos y la igualdad social.
Se busca que estas personas no entren en la formación de futuros trabajadores y trabajadoras en el sistema educativo, en una verdadera crisis desde hace años, y queden relegados al mundo denominado marginal. Cómo nos gusta llamar marginados cuando no nos toca a nosotros y nosotras. Tanta posibilidad de progreso ciudadano desde la educación para todos al mundo empresarial no le gusta. Al mundo bancario no le salen las cuentas con tanta pasión en la sociedad.
Y al mundo político no entran ideas que no gusten a los dos primeros mundos, que son los que tienen los cuartos. Con este percal, ¿de verdad cree alguien que podrá conseguir justicia social, dignidad y humanidad? Por el empleo de personas y no por la avaricia de sistemas, tenemos que dar una oportunidad al futuro humano. Y este futuro solo puede estar representado por teoría y práctica, conocimiento y pasión, educación formal y no formal. Esto no es una crisis, es un sistema. No dejemos que el dinero gane al humano. Rebélate. Edúcate. Lucha.