Esperamos un nuevo Papa

10/03/2013 - 00:00 Atilano Rodríguez

  
  
   El pasado miércoles, 27 de febrero, el Papa Benedicto XVI se despedía de toda la Iglesia ante más de ciento cincuenta mil personas, congregadas en la Plaza de San Pedro del Vaticano. En su alocución, agradeció la oración de todo el Pueblo de Dios por su persona y ministerio, así como la comprensión y el respeto para su decisión, señalando una vez más que daba este paso pensando sobre todo en el bien de la Iglesia y con plena conciencia de la gravedad y de la novedad de la misma.
 
  Al día siguiente, el Santo Padre, después de saludar personalmente a cada uno de los cardenales y agradecerles su colaboración en el gobierno de la Iglesia, salía en helicóptero para la residencia de Castel Gandolfo, en donde pasará algún tiempo hasta que terminen de acondicionar su residencia en el Vaticano. Allí, como nos ha recordado en distintos momentos durante estos días, seguirá abrazado a la cruz de Cristo y continuará sirviendo a la Iglesia con todo su corazón mediante la plegaria y la reflexión. A partir de este momento, una vez que ha tenido lugar la renuncia efectiva del Sucesor de Pedro, el gobierno de la Iglesia recae en las manos del Colegio Cardenalicio hasta que tenga lugar la elección del nuevo Papa.
 
  Los cristianos, al mismo tiempo que damos gracias a Dios por el clarividente y lúcido pontificado de Benedicto XVI, debemos prepararnos espiritualmente para acoger con sincero afecto al nuevo Sucesor de Pedro y para colaborar con él en el gobierno de la Iglesia, mediante la oración por su persona, la vivencia de la comunión eclesial y la acogida cordial de sus enseñanzas. No sabemos quién será el nuevo Papa. Tampoco conocemos su cultura, formación teológica y aficiones personales. Seguramente, en los próximos días, aparecerán muchas quinielas en los medios de comunicación, ofreciéndonos los nombres de posibles Papas, de acuerdo con los gustos personales de cada uno.
 
  Tal vez, entre estos nombres, figure el próximo Sucesor de Pedro, pero puede no ser así, pues todos los cardenales tiene la posibilidad de ser elegidos. Pienso, no obstante, que esto no debe preocuparnos demasiado, pues Jesús lo único que le pide a Pedro, antes de confiarle el gobierno de la Iglesia, es que lo ame con todas sus fuerzas, con toda su mente y corazón. Al nuevo Papa no le faltarán dificultades y problemas en el gobierno diario de la Iglesia pero, como tenemos la seguridad de que fundamentará su misión en el amor a Jesucristo por encima de todo, podrá ser el buen pastor, dispuesto a dar la vida por las ovejas y pronto a salir al mundo para conducir a los hombres al encuentro con Cristo y a la amistad con Él.
 
  En medio de las dificultades, la tarea del pastor es siempre gozosa, porque es un servicio al amor y a la santidad de Dios, que quiere entrar en el mundo para salvar a los hombres. Además, el ministerio del Sucesor de Pedro cuenta siempre con la promesa del Señor a los Doce, cuando los envía a predicar hasta los confines de la tierra, y les dice: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin de los tiempos”.