Estimular la caridad y las buenas obras
03/05/2012 - 18:53
La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual, escribe Benedicto XVI. Y señala que la cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es bueno y hace el bien (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades.
Tras plantear la pregunta de ¿qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? el Papa escribe que con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Mientras nunca debemos ser incapaces de tener misericordia para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre; porque el encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El Papa se refiere también al estímulo de la caridad y las buenas obras, como camino hacia la santidad. Y recuerda que lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a comerciar con los talentos que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25 ss). Y es que ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10).
Tras plantear la pregunta de ¿qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? el Papa escribe que con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Mientras nunca debemos ser incapaces de tener misericordia para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre; porque el encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.
El Papa se refiere también al estímulo de la caridad y las buenas obras, como camino hacia la santidad. Y recuerda que lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a comerciar con los talentos que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25 ss). Y es que ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10).