Estupideces

11/03/2016 - 23:00 Emilio Fernández Galiano

El protagonista de Forrest Gump (dirigida por Robert Zemeckis, 1994), cuando alguien le preguntaba si era tonto, contestaba autómatamente: “Mi madre dice que tonto es el que dice o hace tonterías”. En la misma película triunfó también una reflexión que hacía recurrentemente Tom Hanks en la interpretación de su singular papel: “La vida es como una caja de bombones, nunca se sabe el que te va a tocar”. En la simpleza con la que los norteamericanos contemplan la vida, no es de extrañar que la película triunfara en las pantallas –he de añadir que en todo el mundo-, con total éxito de crítica, público y galardones. No se qué habrán hecho los barceloneses para que les haya tocado el “bombón” de Ada Colau como alcaldesa y si, recurriendo al mismo silogismo comentado, podríamos sacar conclusión por la que quien hace estupideces podríamos tildarle de estúpido o estúpida, ahora que hay que ser tan sutil al utilizar las terminaciones por razón de sexo.
A mi no me cabe la menor duda de que el comportamiento de la alcaldesa en el Salón de la Enseñanza de la ciudad condal, además de un acto de mala educación, es fundamentalmente una soberana estupidez. El excluir al Ejército de las vertientes formativas por la que los jóvenes pueden estudiar y desarrollar un futuro profesional, es una soberana estupidez. El señalar, marcar excluyentemente, a las Fuerzas Armadas como algo fuera de lugar en nuestra sociedad, es una soberana estupidez. El ignorar el papel actual de esta institución en acciones de paz en los lugares más peligrosos del mundo, jugándose literalmente la vida por bastante menos que el salario de la alcaldesa, es una soberana estupidez. El olvidar que durante la Transición los de uniforme fueron el principal objetivo de los criminales etarras mientras defendían el sistema de libertades del que ahora abusa la jefa consistorial, es una soberana estupidez. El no entender que el Ejército, además de ser una de las instituciones más valoradas por los ciudadanos, desempeña las principales acciones frente a incendios y otros desastres de la naturaleza, es una soberana estupidez. El que, por el irresponsable comportamiento de la corregidora, puedan surgir en dicho evento incidentes de los alborotadores de siempre, es una soberana estupidez. El “jugar” a batallitas demagógicas, de recurso facilón, para hacerse el machote, o la machota, es una soberana estupidez.
Los partidos emergentes de la izquierda extrema tienen estas cosas, bullen a borbotones las ocurrencias más tontas y a veces más temerarias. Se reafirman en sus imposturas ante la ingenuidad de su electorado, al que ha reclutado principalmente por el hartazgo y el cabreo. Se sienten con derecho a todo sin respetar ni reglas de juego ni mucho menos de educación. No es de extrañar que los mayores entre tanto chaval se vayan cayendo del guindo. No es de extrañar que entre ellos vaya imperando la división y el reproche; son cosas de su tierna edad, como los niños peleándose por el juguete.
Yo espero que esta España tan pendular vaya recuperando poco a poco el equilibrio. Que los “mayores” recuperen una imagen erosionada de integridad política y sentido de servicio público, se sacudan la corrupción y eviten, por sus malos ejemplos, la irrupción de los pequeños revolucionarios, tan amigos de la provocación y las francachelas políticas. Sólo desde posturas tan irreflexivas se pueden entender conductas como la de la alcaldesa de Barcelona, que por perder la sensatez perdió del todo la educación. Y no hace falta acordarse de Forrest para entender que quien hace estupideces… saquen su propias conclusiones.