ETA y las mentiras
Confieso que, a pesar de los años y la experiencia, sigo siendo una ingenua. Desde la ultima tregua trampa de ETA siempre he pensado que el Gobierno había aprendido de sus errores, que nunca más volveríamos a ver a nuestros gobernantes bajar el listón de las exigencias frente a la banda terrorista, que el mensaje iba a ser claro y nítido con los etarras de las capuchas y, también, con los que se sientan en los ayuntamientos manchando con su presencia a nuestras instituciones. He pensado y defendido públicamente que el Gobierno, pasara lo que pasara y dijera lo que dijera el presidente de los socialistas vascos Jesús Eguiguren, no volvería a situarnos una vez más en el limite de la zona oscura pero ahora tengo dudas, y muchas, como todos. Tras las declaraciones de Zapatero de que los gestos de Batasuna "no caerán en balde" hemos asistido a un espectáculo de contradicciones que me hacen temer lo peor. Ya no sé quién dice la verdad y quién miente. No se si creer al batasuno Tasio Erkizia cuando dice que el Gobierno conoce todos los movimientos de la izquierda abertzale y se muestra segurísimo de que "los proetarras estarán presentes en las elecciones", o al todopoderoso Rubalcaba cuando afirma, rotundo, que nada ha cambiado, después de que en el Gobierno se hayan producido una cascada de declaraciones contradictorias. Y como dudo, me temo lo peor, que otra vez estemos ante un escenario de aproximación a los del tiro en la nuca que no nos conduce a ninguna parte.
No entiendo porque el Gobierno y la Fiscalía no se limitan a cumplir con su deber: aplicar la ley que se ha dotado de muchos, muchísimos resortes para evitar que Batasuna, o como se llamen, vuelva a colarse en nuestras instituciones. Me da igual -y a todos les debería importar un bledo- que Batasuna cree una nueva marca, porque tenemos los instrumentos para impedir que contaminen con su presencia las instituciones que pretenden destruir. Además de la ley de partidos y el Código Penal se ha modificado la ley electoral que permitirá inhabilitar a los cargos electos que no condenen la violencia. Entonces, ¿a que viene todo este revuelo? La única explicación que encuentro al despropósito es que el Gobierno intente sacar rédito electoral a un posible final de ETA, que piense que un hecho de tal trascendencia les ayudaría a ganar las elecciones generales, cosa que es totalmente errónea. Si eso se produjera ningún partido político ni ningún gobierno podría capitalizar el punto final de tanto horror y sufrimiento.
El final de ETA sería, en todo caso, una victoria de todos los demócratas que durante casi cuarenta años han padecido en propia carne la sinrazón de estos asesinos. Las víctimas han sido de todos los partidos y todos los colores ideológicos y por lo tanto, lo de menos, es el signo político del Gobierno que en ese momento lleve las riendas del país y lo de más que es una victoria de la democracia.
Hemos apostado siempre por la unidad para derrotar a ETA por la libertad y ha sido un grito rotundo que ha plantado cara a los fascistas de la parabellum. Somos más, somos mejores y !no pasaran! Sabemos, a base de poner a nuestros muertos, que ellos los de la capucha -sea blanca o negra- no cambian, que sus métodos fascistas son los de siempre y que sólo en su locura de sangre y destrucción pretenden disfrazar de ideología la extorsión, el secuestro y el asesinato como si mancharse la manos con la sangre inocente resultara más digno, mas higiénico, más justificable si se hace en el falso nombre de una ensoñación separatista, que por cualquier otro motivo. Y ya no cuela. Es la hora de la derrota, no del dialogo. Es la hora de unidad, pero no con la mirada puesta en las elecciones, sino de la unidad que nos hace fuertes y nos da valor para que nadie se rinda frente al miedo. Sería un profundo error que ahora que ETA está casi derrotada policial y políticamente el Gobierno diera facilidades a Batasuna y otra vez vuelta a empezar. ¡Que pereza y que decepción!
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