Falsas promesas
En política no hay nada nuevo, todo está ya inventado menos la honradez, ejemplaridad, el sacrificio y el testimonio vivo. Todo lo demás es discurso engañoso y demagogia. Que nadie venga a anunciarnos una era nueva, un giro histórico, el comienzo de una etapa o cultura nueva. El pueblo ya no puede creer en más promesas. Los comportamientos individualistas, interesados, ambiciosos y egoístas están presentes en todas las formaciones y en todas las siglas políticas cuyos dirigentes aprovechan la fe y la ingenuidad de la población para disfrutar de los placeres y privilegios de la buena vida. No hay más horizontes ni nuevas intenciones. No quieren la austeridad para el pueblo porque tendrían que comenzar siendo austeros ellos y eso no lo aceptan. Luchan por la prosperidad de los demás porque la propia ya está resuelta y asegurada.
Cuando, más allá del discurso, confuso y vacío, buscan una legitimidad para su esfuerzo y tarea de gobierno, acuden a la economía. La economía se ha convertido últimamente en la gran batalla por el poder político en una sociedad próspera, consumista y hastiada. Ya no es la lucha por la libertad como lo era en otros tiempos desde la Revolución Francesa. Ahora se juega con la propiedad privada, la fuerza y adquisición de riqueza, en especial, del empleo. Y al frente de todo, la deuda. Es la gran utopía que los gobernantes prometen a sus afines. El gran empresario capitalista y explotador hoy son los mercados financieros. No importa dicen- faltar a los compromisos adquiridos con la comunidad internacional en materia de prestación de recursos. Lo indignante, por otra parte, es hacer creer a la población que la culpa de las privaciones, ajustes y austeridad para responder de la deuda, no la tienen los propios ciudadanos o los gobiernos por su despilfarro y corrupción sino los mismos que prestan su crédito y acuden en ayuda como fiadores. La deuda de un Estado se paga con los impuestos de los demás. No les importa la credibilidad ni la justicia ni la solidaridad a nivel de naciones.
Está la falsa política de las falsas promesas. Pasado algún tiempo, todos los nuevos profetas vuelven a lo mismo como es el interés real y la corrupción galopante. Y llegará el día en que las promesas no se cumplan pero ya será demasiado tarde. El mundo del crédito y de la financiación también necesita de la fiabilidad y de la seguridad o de la confianza como primer valor de la democracia. Las falsas promesas no aportan credibilidad a la democracia. Algunos políticos para financiar sus promesas, prometen financiarlas con la deuda. No es un juego de palabras y lo que sí está en juego es la fe de los ciudadanos en la democracia. Pero algunos, ya no tienen nada que perder, ni siquiera dicha confianza.Â