Feliz Navidad
17/12/2011 - 10:14
Durante el tiempo litúrgico de Navidad los cristianos rememoramos y celebramos sacramentalmente el nacimiento del Hijo de Dios, que se hace hombre en el seno virginal de María, para compartir nuestra condición humana y para librarnos del pecado y de la muerte. Esta gran noticia ha inundado de alegría, de esperanza y de paz el corazón de millones de hombres y mujeres a lo largo de la historia. Con el nacimiento de Jesucristo, el Padre ofrece a la humanidad una luz tan potente que tiene el poder de iluminar la vida de quienes yacen en tinieblas y en sombras de muerte.
Este acontecimiento, central para la fe cristiana, puede pasar inadvertido o quedar oculto para muchas personas en nuestros días. La propaganda bien pensada y perfectamente organizada por las casas comerciales durante las fechas navideñas para vender sus productos es tan fuerte y tan persistente que puede hacernos olvidar el verdadero sentido de la Navidad. En el caso de que esto sucediese, los dulces, los regalos, las comidas y las fiestas profanas ocuparían el lugar preferente. El misterio profundo del nacimiento de Jesucristo quedaría relegado a un segundo plano.
Ante la contemplación de esta realidad, los cristianos tendríamos que preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa la celebración del nacimiento de Jesucristo en nuestras vidas?. No podemos permanecer dormidos y anestesiados por el poder de la propaganda y por la insistencia de los anuncios. Es preciso que reaccionemos y que, como nos recuerda la Palabra de Dios, salgamos al encuentro de Cristo acompañados por la fe, la oración y las buenas obras.
Por eso, además de desearos a todos los diocesanos unos días llenos de la felicidad, de la alegría, del amor y de la paz que el Señor viene a traer a la tierra, os invito a leer y meditar aquellos pasajes evangélicos, en los que se narra el nacimiento de Jesucristo y su presentación a todos los pueblos de la tierra como el Mesías de Dios, el Dios con nosotros. No dejéis tampoco de participar en la Santa Misa para actualizar sacramentalmente el nacimiento de Jesucristo. Postraos de rodillas ante las especies sacramentales reconociendo en ellas al Autor de la vida y al Señor de la historia, como hicieron en su día los pastores y los magos ante el niño recién nacido
Finalmente, os invito a descubrir la presencia del Niño Dios en los enfermos, en los hermanos más pobres, en los que viven solos y en los niños abandonados. En ocasiones nos cuesta reconocer que la adoración a Dios va íntimamente unida a la acogida cordial, a la ayuda fraterna y a la solidaridad permanente con los necesitados. Estamos en tiempos de crisis económica, pero no podemos cerrar nuestro corazón ni nuestra cartera ante los necesitados. La solidaridad de Cristo con nosotros en el misterio de su nacimiento y a lo largo de toda su vida hemos de hacerla realidad cada día en la atención, cariño y ayuda a nuestros hermanos más pobres. Si así lo hacemos, seremos felices en la Navidad y siempre. Feliz Navidad para todos.
Este acontecimiento, central para la fe cristiana, puede pasar inadvertido o quedar oculto para muchas personas en nuestros días. La propaganda bien pensada y perfectamente organizada por las casas comerciales durante las fechas navideñas para vender sus productos es tan fuerte y tan persistente que puede hacernos olvidar el verdadero sentido de la Navidad. En el caso de que esto sucediese, los dulces, los regalos, las comidas y las fiestas profanas ocuparían el lugar preferente. El misterio profundo del nacimiento de Jesucristo quedaría relegado a un segundo plano.
Ante la contemplación de esta realidad, los cristianos tendríamos que preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa la celebración del nacimiento de Jesucristo en nuestras vidas?. No podemos permanecer dormidos y anestesiados por el poder de la propaganda y por la insistencia de los anuncios. Es preciso que reaccionemos y que, como nos recuerda la Palabra de Dios, salgamos al encuentro de Cristo acompañados por la fe, la oración y las buenas obras.
Por eso, además de desearos a todos los diocesanos unos días llenos de la felicidad, de la alegría, del amor y de la paz que el Señor viene a traer a la tierra, os invito a leer y meditar aquellos pasajes evangélicos, en los que se narra el nacimiento de Jesucristo y su presentación a todos los pueblos de la tierra como el Mesías de Dios, el Dios con nosotros. No dejéis tampoco de participar en la Santa Misa para actualizar sacramentalmente el nacimiento de Jesucristo. Postraos de rodillas ante las especies sacramentales reconociendo en ellas al Autor de la vida y al Señor de la historia, como hicieron en su día los pastores y los magos ante el niño recién nacido
Finalmente, os invito a descubrir la presencia del Niño Dios en los enfermos, en los hermanos más pobres, en los que viven solos y en los niños abandonados. En ocasiones nos cuesta reconocer que la adoración a Dios va íntimamente unida a la acogida cordial, a la ayuda fraterna y a la solidaridad permanente con los necesitados. Estamos en tiempos de crisis económica, pero no podemos cerrar nuestro corazón ni nuestra cartera ante los necesitados. La solidaridad de Cristo con nosotros en el misterio de su nacimiento y a lo largo de toda su vida hemos de hacerla realidad cada día en la atención, cariño y ayuda a nuestros hermanos más pobres. Si así lo hacemos, seremos felices en la Navidad y siempre. Feliz Navidad para todos.