Fidelidad a la conciencia y libertad
18/07/2011 - 09:04
En nuestros días observamos que existe un deterioro progresivo de la conciencia. El olvido de Dios por parte de muchos y el desprecio de la centralidad del ser humano como sujeto de derechos y deberes están impulsando a determinados sectores de la cultura actual a proponer una visión del mundo y de la sociedad basada en el subjetivismo y el relativismo. Esto quiere decir que, si no hay verdades permanentes y normas objetivas de moralidad fundadas en la naturaleza de las cosas, porque todo es relativo y cambiante, las decisiones personales y los comportamientos sociales dependerán fundamentalmente de los gustos, deseos y caprichos de cada uno.
Como consecuencia de esta visión de la realidad, la afirmación de la existencia de Dios y las manifestaciones religiosas se toleran en la medida en que no interfieran en la convivencia social. Al no existir fundamentos objetivos y verdades permanentes sobre la concepción de la vida humana, las verdades de fe llegan a considerarse por parte de algunos como una restricción de la libertad, como un obstáculo para la consecución de la felicidad y como un serio problema para el engrandecimiento de la persona.
Ante esta realidad, los cristianos no podemos permanecer indiferentes. En principio deberíamos hacer caso a las enseñanzas del Papa, en las que nos invita a redescubrir la conciencia como lugar de escucha de la verdad y del bien, de la responsabilidad ante Dios y ante el hombre. Solamente una conciencia bien formada puede ser la fuerza contra cualquier dictadura y contra toda involución.
Desde el punto de vista religioso, tendríamos que revisar nuestra fidelidad a Jesucristo y a la Iglesia, pues todos corremos el riesgo de ceder a los criterios laicistas con la esperanza de ser reconocidos y aceptados por sus mentores. Si nos dejamos arrastrar por el relativismo y el subjetivismo, podemos llegar a defender con toda naturalidad interpretaciones sesgadas del Evangelio y podemos apoyar propuestas morales contrarias a la Tradición y a las enseñanzas de la Iglesia, pensando equivocadamente que éstas pueden cambiar con el paso del tiempo, si las circunstancias así lo exigen. Con mi cordial saludo, feliz día del Señor.