Final de campaña

22/05/2015 - 23:00 Javier del Castillo

A la espera de posibles sorpresas en los resultados, el aburrimiento ha sido la tónica general de esta campaña. Ni la aparición de los “emergentes” ha animado el tedioso intercambio de acusaciones, con muy pocas propuestas innovadoras y alguna que otra metedura de pata. Hay candidatos que ha cerrado la campaña sin pena ni gloria o sin haber tenido siquiera el detalle de explicar los cuatro puntos esenciales de su programa. El fin de semana pasado estuve dando una clase sobre “Periodismo y lucha política” en la Universidad de Primavera de Sigüenza y pude comprobar, en vivo y en directo, el desinterés y la apatía con la que contemplan la lucha política personas que, sin embargo, son conscientes del cambio político que estamos viviendo en España. Nadie ha leído un programa, nadie ha visto un debate serio sobre propuestas y nadie confía en que estemos en la antesala de una auténtica regeneración democrática. Como señalé en esa tarde seguntina, los medios de comunicación hemos dejado de ejercer el papel de tribunas para el debate y confrontación de ideas. Nos hemos convertido en meros soportes de declaraciones de unos y otros, con alguna que otra polémica. Los pocos debates que se han realizado en televisiones y radios ni siquiera merecen ese nombre. En realidad son monólogos cronometrados, donde el moderador no tiene nada que moderar. Su trabajo se reduce a recordar al orador que ha agotado su tiempo. Y de las encuestas casi mejor ni hablamos. Intentan, de alguna manera, influir en la intención del voto, pero me parecen escasamente fiables. Solo dos preguntas, para cuestionarlas. ¿Cómo puede ser compatible un empate técnico teniendo un porcentaje de indecisos superior al 30% de los entrevistados? ¿Existe algún recurso que permita adivinar a qué formaciones políticas votarán esos millones de indecisos ciudadanos? El domingo lo sabremos, pero entonces ya nadie reconocerá los fallos, ni los errores de sus estudios demoscópicos. Y, además, todos habrán ganado: los encuestadores - aunque sea de carambola, en algunos ayuntamientos o comunidades autónomas habrá sonado la flauta - y los políticos que siempre encuentran argumentos para justificar sus malos resultados. Que ustedes lo voten bien y que Dios nos coja confesados.