Fraude o vergüenza; da lo mismo que da igual

30/08/2012 - 13:21 Redacción

Mi nombre es Jorge, vivo en Guadalajara, ciudad céntrica de España, y estoy confundido. Puede confundirte un teorema, una mala visión o la refutación de un hecho constatado científicamente. Pero no, nada de eso. Ni la noche, ni nada parecido; lo que me confunde es la gente.
Voy por las calles de mi ciudad repartiendo folletos informativos y hablando con la gente. Creo que es lo mínimo que debe hacer toda persona a quien le guste la política. No, no hay complejos, creo que no sobran políticos. Más allá del bulo del medio millón de políticos, radicalmente falso, podemos observar que todo el mundo quiere ser parte del engranaje, ya que en cada esquina se dan opiniones políticas de cualquier tema actual. Preguntes lo que preguntes, siempre encuentras una respuesta. Incluso el afirmar que hay demasiados políticos es una declaración política. Y me confunde que la gente pida menos políticos con declaraciones políticas.
A continuación se detecta que, tan pronto como una parte de la población pide un salario digno, una jubilación aceptable, unas horas de trabajo que no te hagan sudar hasta deshidratarte, se desgañitan porque gente de su misma clase social ocupe la finca vacía de un terrateniente o entre a una cadena de supermercados, propiedad de un empresario multimillonario, y defienda los intereses del dinero como si no hubiera un mañana. Eso también me confunde bastante.
Cruzas la calle albergando la esperanza de que encontrarás algo más claro, como una persona que defienda intereses colectivos o que simplemente proponga cordura, pero te encuentras con una trabajadora que, cobrando menos de mil euros al mes en el mejor de los casos, está preocupada porque ha visto en el último debate televisivo que van a operar de un dedo roto a esa mujer cualquiera que fue novia de un torero. Al lado su marido, que no puede dejar de pensar en cuál es la manera más correcta, y barata ante todo, de matar a un culpable de asesinato que ha visto en la caja tonta, mientras se le ha acabado el subsidio de desempleo y los famosos cuatrocientos euros, a los que no tiene “derecho” porque los señores grandes empresarios deben recibir las subvenciones millonarias que les corresponde por gracia capitalista. Y eso sin hablar de los banqueros.
Pero lo que realmente hace que me cuestione en qué siglo estoy o si entiendo bien el idioma es cuando, después de haber ganado las elecciones al ayuntamiento con un exagerado margen el Partido Popular de Guadalajara, el de la región y el del Estado, absolutamente nadie admita que les haya votado.
Señores y señoras de Guadalajara, y me temo que de España entera, debo dirigirme a ustedes para una declaración de principios. Es posible que el Partido Socialista haya cometido errores en la pasada legislatura, algunos gravísimos, y que debamos volver a recuperar la confianza perdida ya no solo con palabras, sino también con hechos y actos. También me gustaría aclarar que desde el Partido Socialista, del cual no soy portavoz y esto es solo una voz de militancia, debemos ir a la izquierda y recuperar el sentimiento de clase, el cual nos hará merecedores de nuevo de las siglas Socialista y Obrero.
  Pero, ante todo, si han decidido votar al Partido Popular buscando una alternativa al Partido Socialista estas últimas elecciones, sin tener en cuenta que hay partidos más a la izquierda que puedan también defender los intereses de la clase trabajadora en vez de tratarnos como simples mercancías, reconózcanlo sin tapujos. Lo que no puede ser es que el Partido Popular, debido a que nadie les ha votado, pueda ser acusado de fraude en las urnas o que algún dios multiplicara votos como si fueran panes y peces. Eso está muy feo, por lo que lo mejor será reconocerlo y, si no les gusta, no volver a hacerlo.