Fundación Antonio Pérez

10/12/2010 - 00:00 Juan Manuel Domínguez

Más allá de promover exposiciones de arte en sus Espacios, la Fundación Antonio Pérez es ámbito de una excepcional humanidad sensibilísima. Así lo he vivido el pasado quince, en la rueda de prensa matinal y en la vespertina inauguración carecense de la muestra de Rosario Arizza. Su director, Jesús Carrascosa, une, a la cortesía cálida que muestra, una vívida bonhomía de verdad. En todo momento, tanto él como quien directamente se cuidaba en la Sala de la bondad de las relaciones desde la Fundación crearon ese día, junto a las pinturas, la luz del Espacio. El propio y eximio Antonio Pérez -quien ha regalado la linfa esencial para la creatividad de estas obras, según asevera su autor, el avolés Saro- es un prodigio en el trato de la donosura. Gracias a cada uno de ellos, en quienes puede advertirse lo que Juan Manuel Bonet, hablando de los cuadros, decía esa mañana: que la rosa está aquí, y que todo está en su sitio. En el del alba.