Hacer el indio

25/09/2015 - 23:00 Javier del Castillo

En un par de días para que se celebren las elecciones catalanas, pero uno ya comienza a sentir cierta sensación de alivio. Visto lo visto:árbitro la hora y que el escrutinio ponga fin a estetortuosoviaje a ninguna parte. Que hablen las urnas, que se asome Artur Mas al balcón y que termine este lamentable docudrama, donde los actores principales han sobreactuado sin percatarse de que los espectadores estaban en otra cosa. Los bailes de Miquel Iceta; las dudas de Mariano Rajoy respecto a si los catalanes seguirán siendo españoles aunque se independicen; las recurrentes alusiones al diálogo de Duran Lleida – a buenas horas mangas verdes -; el látigo de Pablo Iglesias; la propuesta de declaración inmediata y unilateral de independencia por parte de la CUP, o el deplorable papel de bufón de Artur Mas son ejemplos de lo que no debería haber sido, pero fue. No haber afrontado de cara la realidad, en lugar de concentrar el debate en la independencia y en sus consecuencias - nefastas para los defensores de la unidad de España y muy beneficiosas para los partidarios de la secesión – ha sido el mayor fiasco de esta campaña. El gran engaño de esta convocatoria. Nadie ha hablado seriamente – salvo excepciones - de cómo solucionar los graves problemas que preocupan a los ciudadanos en Cataluña; de ese 30% de personas en riesgo de pobreza, de hospitales en la ruina y de niños recibiendo clases en barracones. Esta Cataluña no ha existido, salvo para quienes han intentado, aunque infructuosamente, quedarse al margen del mono tema que Artur Mas y sus socios de conveniencia habían puesto encima de la mesa: la independencia, sí o sí. El programa económico de “Juntos por el Sí” es una quimera. ¿Cómo un dirigente de la izquierda comunista, Raül Muneva, va a coincidir con quien representa a la burguesía catalana más retrógrada? O, ¿cómo va a aceptar Oriol Junqueras que Artur Mas le hable de recortes o de ajustes para no engordar más la deuda? Es más fácil, señor mío, hacer el indio y encandilar a la gente con sueños y quimeras. Decirle que la independencia es la solución a todos sus problemas y luego, que sea lo que Dios quiera. Aunque lo más lamentable es que una mayoría de catalanes cierre los ojos ante la evidencia y se lo crea.