Hagamos balance

03/01/2014 - 23:00 Atilano Rodríguez

El fin de año suele ser un buen momento para hacer balance del año que se nos va. Al revisar nuestros comportamientos, descubriremos muchos aspectos positivos. Comprobaremos que Dios ha estado grande con nosotros y que la experiencia de su amor nos ha ayudado a salir de nosotros mismos y de nuestras preocupaciones para brindar amabilidad, dulzura, comprensión y servicio a nuestros semejantes. Pero, si somos sinceros con nosotros mismos, también descubriremos que no todo es trigo limpio en nuestra vida y que la cizaña, en ocasiones, ha crecido juntamente con la buena semilla. Cuando nos miramos por dentro, descubrimos que el egoísmo, la envidia, la pereza, el desánimo y los celos también han ocupado espacios de nuestra vida en las relaciones con nuestros semejantes.
 La constatación de estos aspectos negativos, además de movernos a pedir perdón a Dios y a los demás por nuestras actuaciones erradas, tendría que ayudarnos a desechar de nuestra vida aquellos comportamientos que nos entristecen y que no nos dejan satisfechos con nosotros mismos y con nuestras convicciones religiosas. Hemos sido creados por Dios para ser felices y para hacer partícipes a los demás de nuestra felicidad, pero, en ocasiones, buscamos la felicidad donde no está. Por eso es necesario que pensemos con frecuencia en aquellas cosas que no nos hacen felices y que deberíamos cambiar en las relaciones con nuestros hermanos. Si tenemos cosas que perdonar a los demás, no dejemos de hacerlo ahora, para que la “puesta del sol no nos sorprenda enojado con tu hermano”. No permitamos que se apodere de nosotros el rencor y el resentimiento al descubrir el desamor en los comportamientos de nuestros semejantes y no olvidemos nunca que para estar bien con los demás, antes debemos sentirnos bien con nosotros mismos.
 El Señor nos concede la dicha de comenzar un nuevo año. ¿Cómo será este nuevo año? Sin duda el recorrido del mismo dependerá en gran medida de lo que cada uno quiera hacer con él. El año nuevo nos ofrece la posibilidad de crecer como personas, de profundizar en nuestra fe, de hacer el bien y de amar a nuestros semejantes. Cada día del nuevo año es un regalo de Dios para que los talentos que Él pone en nuestras manos los utilicemos con responsabilidad y eficacia. La vida de cada uno está hecha de momentos sencillos que compartimos con los hermanos en el trabajo, en la familia, en el estudio y en las diversiones.
 Procuremos vivir cada instante de la vida con intensidad, amor y paz, pues ahí también está el Señor. No hay tiempos vacíos. Todos los tiempos son momentos de gracia porque están habitados por Dios. Para que todo transcurra por buen camino, pidamos al Señor que nos bendiga y proteja, que nos ilumine y fortalezca. Que Él nos ayude a crecer cada día en fe y caridad, en libertad y verdad, para que nunca cerremos nuestro corazón a los hermanos y encontremos el camino de la verdadera felicidad. Suceda lo que suceda, si Dios está con nosotros, seremos felices. Que el Señor te guarde en tus caminos y te colme de felicidad.
Queridos Hermanos Gaspar, Melchor y Baltasar, os pido que sigáis dando prioridad a lo más pequeño: a los niños, que son lo más grande de nuestra sociedad. A los pobres, que son el exponente máximo de nuestra miseria social y de nuestro deber moral de construir una sociedad mejor a partir de la lucha diaria por la justicia social.