Hasta aquí hemos llegado

17/12/2015 - 23:00 Javier del Castillo

Lo comentaba el otro día con Antonio Yagüe y Pedro Villaverde Embid en la cena de Navidad de este periódico. Hay líneas rojas que nunca se deben de traspasar en la confrontación de las ideas políticas. Y en el debate entre Rajoy y Pedro Sánchez, con la aquiescencia y pasividad del aturdido moderador, Campo Vidal, el líder del PSOE no solo cruzó esas líneas rojas, sino que se pasó veinte pueblos. Para que Rajoy, que tampoco tuvo su mejor día, dijera “hasta aquí hemos llegado”, hay que perseverar mucho en el insulto y en la descalificación. No cabe duda de que Sánchez – de perdidos al río – tenía poco que perder y logró sacar de sus casillas al candidato popular. Llamar a un presidente del Gobierno “indecente” en un plató de televisión no es, precisamente, un acto de valentía. Es de cobardes. Incluso aunque te lo aconsejen las encuestas. Llamar “indecente” al presidente de tú país, sea del partido que sea, me parece un golpe bajo. Una invitación al “y tú más”, mientras los ciudadanos nos quedábamos con las ganas de conocer las propuestas de los dos contendientes para afrontar el futuro de España. Habría que preguntarle ahora a Pedro Sánchez si el problema de Cataluña se sustancia con la reforma de la Constitución, dentro de un Estado federal, y con la recurrente declaración a favor de la unidad de España. Y habría que preguntarle también a Rajoy si para llevar a cabo su programa tiene pensado sentarse de nuevo con el “ruin y despreciable” Sánchez. Cuando se traspasan las líneas rojas resulta luego difícil restablecer puentes de acuerdo y de diálogo, aunque cualquier cosa es posible en política, sobre todo si está en juego la supervivencia de ambos contendientes, como es el caso. No me parece serio dedicar veinte minutos a intercambiar improperios y a recordar los casos de corrupción que han salpicado a populares y socialistas en los últimos años, mientras el moderador movía la cabeza como si fuera un árbitro de tenis, pero sin que le dejaran meter baza. No es de recibo que se pierdan los estribos, entre insultos y pésimos modales, sin hacerle ni puñetero caso a un presunto moderador que preguntaba en voz alta: ¿y de Cataluña? Pues, ¿qué quiere que le diga?, de Cataluña nada de nada.