Infancia misionera
El día 22 de enero, los católicos celebramos la Jornada de la Infancia Misionera. Con esta celebración, la Iglesia quiere agradeceros vuestro testimonio de fe en Jesucristo y desea animaros a que sigáis siendo misioneros, los pequeños misioneros en medio de vuestros compañeros y amigos, como le gustaba decir al beato Juan Pablo II. Seguramente, en alguna ocasión, habéis visto en la televisión o habéis escuchado en la catequesis que existen sacerdotes, religiosos y cristianos laicos, que lo han dejado todo para marcharse a otros continentes con el fin de anunciar el amor infinito de Dios a todos los seres humanos.
Al escuchar el testimonio de su amor a Jesucristo y de la entrega de su vida a los más necesitados, alguno de vosotros habrá pensado en la posibilidad de imitarles algún día siguiendo sus pasos. Quiera Dios que no perdáis la ilusión y que mantengáis viva esta posibilidad en vuestro corazón. Pero, mirad, no hace falta que esperéis a ser mayores para convertiros en misioneros. Los niños, al igual que las personas mayores, podéis y debéis ser misioneros en todos los momentos de la vida. El Señor, que os llama a ser sus amigos y que os quiere con una especial predilección, os envía al mundo para que mostréis con el testimonio de las obras y de las palabras su amor infinito a los compañeros de colegio, a los amigos, a vuestros papás y a todas las personas que necesitan y esperan vuestra ayuda.
Por lo tanto, para ser misioneros, no es preciso que os marchéis de momento a países lejanos. Podéis ser auténticos misioneros en vuestros pueblos y ciudades, si respondéis cada día a la llamada de Jesús, que os invita a hacer el bien a todos, a consolar a los que están tristes y a cuidar a los más pobres y necesitados. No obstante, como yo conozco muy bien la bondad de vuestro corazón y la grandeza de vuestra generosidad, quisiera invitaros en este día de la Infancia Misionera a tener un recuerdo especial para aquellos hombres y mujeres que han decidido entregar su vida a Dios y a los hermanos con total radicalidad, sin esperar nada a cambio. Asimismo quisiera recordaros que en estos momentos hay más de mil millones de niños en el mundo que pasan hambre o mueren como consecuencia de la injusta distribución de los bienes de la tierra.
Tal vez os preguntéis: ¿Qué podemos hacer por ellos? Si queréis ser grandes misioneros, es decir, acompañar a los misioneros de todo el mundo desde aquí, os propongo que hagáis dos cosas muy sencillas.
En primer lugar, no dejéis de pedir cada día al Señor por los misioneros para que no se cansen de anunciar a Jesucristo, de hacer el bien y de servir a sus hermanos. En segundo lugar, aunque en España hay muchos niños que pasan necesidad en estos momentos debido a la crisis económica, sin embargo nadie se muere de hambre. Por lo tanto, quiero animaros a ofrecer vuestra aportación económica en la parroquia o en la Delegación de Misiones, para que los misioneros puedan dar de comer a los niños que pasan necesidad en los países más pobres. Si así lo hacéis, experimentaréis que hay más alegría en dar que en recibir y el Niño Dios premiará vuestra generosidad con la paz del corazón. Muchas gracias a todos por vuestra generosidad y un fuerte abrazo.