Juan Creus Manso, un hombre para la historia


Don Juan Creus Manso fue uno de los más eminentes hombres que dio la provincia al mundo de la Medicina en el siglo XIX, nació en nuestra capital, el 1º de marzo de 1828, y rendiría cuentas de su existencia, en Granada, 69 años después, el 1º de junio de 1897.
    A lo largo de todos esos años le tocó vivir gran parte de los avatares, guerreros y políticos que acompañaron el siglo, y se encontró al pie de la capital del reino en las jornadas memorables en las que el primer Obispo de Madrid, tras ser creada la diócesis, perteneciente hasta entonces a la de Toledo, hizo su entrada para posesionarse de su silla.


    Aquel primer obispo de la capital del reino, la villa y corte de Madrid, que sería nuestro paisano don Narciso Martínez Vallejo Izquierdo, natural de la molinesa Rueda de la Sierra, era familia de nuestro eminente Médico Cirujano quien, el 2 de agosto de 1885, cuando don Narciso hizo su entrada oficial en la capital, se encontraba entre las eminentes personalidades que le darían la bienvenida en la estación del Norte, cuando don Narciso, procedente de Ávila, descendió al andén. El tren, desde Ávila, hizo varias paradas, a fin de que algunas de las autoridades de la capital se fuesen subiendo a él, para acompañar al prelado.
    En el recibimiento oficial se encontraban el Gobernador civil uniformado, y el alcalde con varios tenientes de alcalde, el director de Obras Públicas Sr. Pérez Hernández, el subsecretario de Justicia Sr. Amorós, con los jefes de dicho departamento; el Vicario de Madrid, Sr. Pando, los comisionados de Molina de Aragón; por supuesto, nuestro hombre, don Juan Creus quien, a más de familiar, se convertiría en uno de sus médicos de cabecera. También se encontraba al pie de su lecho el día de su fatídica muerte, después de que el famoso cura Cayetano Galeote le disparase a la entrada de la entonces catedral de San Isidro, el domingo de Ramos del año siguiente.


Un hombre para la ciencia
Don Juan Creus Manso nació para la ciencia en el seno de una familia de no muchos posibles, o humilde, como entonces se definía a la mayoría de ellas; familia procedente de diversos lugares de España, desde Barcelona, patria de sus abuelos paternos, o Argecilla, donde nació su abuela materna; familia que dedicaría a la iglesia una parte de sus miembros; estando destinado don Juan a pasar por el seminario, como lo hizo, en Sigüenza, antes de mediar el siglo, muy a pesar de que pareció no estar llamado para la vida religiosa, pues abandonó los estudios eclesiásticos para dirigirse a Madrid, donde comenzaría sus estudios de Medicina en la Facultad de San Carlos en 1846. Allí los llevaría a cabo, licenciándose primero y doctorándose después. Y en San Carlos llegaría a ser el primer director de Anatomía, gracias sin duda a su fuerte vocación y a las cualidades que para ello demostró a sus profesores; llegando a ser alumno interno de Patología Quirúrgica junto al Dr. Argumosa, grande en su tiempo en el mundo de la Medicina, y de quien nuestro Dr. Creus fue considerado continuador, como uno de sus más aventajados alumnos. La licencia en Medicina la obtuvo en 1851 y, un año después, el doctorado.
   A partir de aquí comenzaría la lucha por la vida y el abrirse camino en el complejo mundo de la investigación y la ciencia, obteniendo en 1854 uno de sus primeros grandes éxitos, demostrando su valía, al obtener la Cátedra de Anatomía Quirúrgica y Operaciones en la Universidad de Granada, ciudad a la que se trasladaría y en la que pasaría la mayor parte del resto de su vida donde, como ya conocemos, reposa a la posteridad.    
    En Granada, y en su Universidad, organizaría el museo de instrumental de la Facultad de Medicina; siendo médico de la Beneficencia Provincial; profesor del Liceo y Académico de la Real de Medicina de Granada. Desde allí comenzaría a sonar su nombre en el resto de España.


El regreso a Madrid
A Madrid regresó en 1877, retornando a la capital del reino como uno de los más eminentes médicos de su tiempo. Ya era el hombre serio y de mirada penetrante con la que ha pasado a la historia. Algunas crónicas cuentan de él que, debido a aquella formalidad, o rectitud de su figura, más que respeto llegaba a infundir un cierto temor; muy a pesar de que su carácter nada tenía que ver con el aspecto, pues se le tuvo como hombre modesto, de carácter conservador y, como tantos hombres gloriosos de su tiempo, profundamente religioso. Cuentan de él que, previamente a dar inicio a cualquier operación quirúrgica, se encomendaba a Dios pidiéndole que le iluminase en la obra que iba a llevar a cabo. E igualmente cuenta su historia que, dada esa modestia de la que hizo gala, rechazó distinciones y altos cargos, quedándose con el respeto y admiración de sus coetáneos.
    A su llegada a Madrid era recibido con líneas de elogio por la prensa científica de la capital, augurándole el lugar que la historia le tenía reservado; expectación que le acompañó en su presentación en el claustro de la Universidad, en la que daría cátedra: “Una inusitada concurrencia de alumnos y no escaso número de profesores llenaban las gradas, escaleras y pasillos del anfiteatro de San Carlos; y los estudiantes de la Facultad de Madrid, galantes como siempre, y justos en esta ocasión, dieron, con una salva de aplausos, la bienvenida al Dr. Creus, cuyo aspecto franco y modesto y sus vivos y expresivos ademanes, le hicieron simpático desde el primer momento…”.
Ciencia y letra
No sólo a la cátedra o el quirófano, dedicó su vida el Dr. Creus, puesto que también dejó escritos sus conocimientos, al tiempo que lo hizo con sus ideas sobre la vida, la muerte o la situación española de su tiempo, dando a la imprenta notables estudios que habrían de ser parte de la formación de sus futuros alumnos, entre los que destacarán un “Tratado de Anatomía (1861)”; sin que faltase su firma en decenas de trabajos publicados en enciclopedias o revistas especializadas de la época. Dirigiendo traducciones al castellano de algunas de las obras de los más eminentes Doctores europeos y americanos del siglo.


    Ocuparía uno de los sillones, como Académico, de la Real de Medicina, del que tomó posesión en el mes de mayo de 1882, disertando en su toma de posesión sobre “Las cavidades orgánicas y sus cubiertas”; habiendo dejado para entonces su sillón en el Senado, en el que, por la Universidad de Granada, ocupó puesto entre 1879 y 1881. Pues entre Granada y Madrid ocuparía su vida, encontrándose, como al comienzo indicamos, en el recibimiento, atentado y muerte, de don Narciso Martínez Izquierdo. A nuestro hombre dirigiría sus últimas palabras el ilustre primer Obispo de Madrid, a quien, en compleja operación y con escasez de medios, extrajo las balas que terminarían ocasionándole la muerte. 
    Don Juan se jubiló voluntariamente en 1890, para regresar a la ciudad que le recibió con los brazos abiertos cuando comenzaba su andadura en el mundo de la medicina, Granada. Allí dedicaría sus últimos años al estudio y al reposo, hasta que la noche del 1º de junio de 1897, una apoplejía le causó la muerte de manera prácticamente fulminante. A la hora de hacer memoria de su vida se nos decía que sus discípulos, eran casi todos los médicos de la Facultad de Madrid, que ejercían en aquellos años en los cuatro puntos cardinales del reino.
    Sin duda, un hombre para nuestra historia provincial, del que debemos enorgullecernos, como sus paisanos que somos.