Juventud mimada

04/10/2013 - 00:00 Luis Monje Ciruelo

 
 
 
 
N  o escribo con el despecho del anciano que se siente preterido frente a los jóvenes, sino con la sana envidia de no poder disfrutar por la edad de las grandes ventajas a su alcance para gozar del deporte. No he sido de joven muy aficionado a lo deportivo, y bien que lo lamento, pero he andado mucho, hasta siete kilómetros diarios en la madurez. Y he subido al Ocejón (2.060 metros de altitud) unas doce veces, con frecuencia con nieve. Escribo esto al leer lo del magnífico Centro Acuático, del que no tenía noticia. Es algo que nunca pudimos soñar los jóvenes de mi tiempo, cuando no había ni una piscina pública y, quizá, ni privada. La piscina municipal de San Roque vino mucho después, lo suficiente para no llegar a despertar en nosotros la afición al agua. No he sido, por tanto, hombre de piscina, pero sí de playa, donde, aun sin apenas saber nadar, braceaba con mi hijo, a veces hasta la boya, con gafas y tubo para respirar. Nadie puede extrañarse, pues, de que no haya habido entre los de mi edad ni sirenas ni tritones. Bastante era poder bañarse en un barreño en el patio (si lo había) y, si se contaba, con agua corriente en casa.
 
  Estoy hablando de los primeros años de la postguerra, época en la que toda carencia tenía su asiento, entre ellas la de agua, que no había ni para beber, y no es exageración. En los años cincuenta se llegó a cortar el suministro de agua en la capital hasta 20 horas diarias. Ahí están para recordarlo, mis crónicas en ABC, La Vanguardia y otro periódicos nacionales denunciándolo. Debo recordar aquí lo mucho que luchó el entonces alcalde, don Pedro Sanz Vázquez, apoyado por el gobernador civil, Juan Manuel Pardo Gayoso, para solucionar el problema. Pienso que los jóvenes de hoy son unos niños mimados, por lo menos en lo deportivo. Lo digo por ese Centro Acuático en marcha, que podría ser calificado de fastuoso, del que hablaba nuestro periódico y que contrasta con mi época. Ya nadie tiene que recurrir al río Henares para bañarse, como entonces hacían muchos, entre ellos el delegado provincial de Natación, Mauro José de Irízar, padre del ex-alcalde, que nadaba varios kilómetros, en verano y en invierno, con varios amigos en el remanso de encima del puente. Titular “Juventud Mimada” como he hecho quizá sea una exageración. Diría mejor “Juventud Atendida”. Y es lástima que no lo pueda ser en todos los aspectos. Sin ir más lejos, en el del trabajo. Quede aclarado.