La biblioteca que nunca duerme

17/02/2017 - 19:03 D.Pizarro

El Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación de la Universidad de Alcalá está abierto las 24 horas de los 365 días del año.

Leer. Saber leer. Eso marca la diferencia. Comprender lo escrito. Razonar. Pensar, en definitiva, por uno mismo. La educación o, mejor dicho, su control, ha sido siempre uno de los objetivos de los gobernantes. Y en épocas en las que la mayor parte de la población era analfabeta, muchos peleaban para que esto siguiera así. De esta forma, la masa era más fácil de manejar. Afortunadamente, la situación ha cambiado en nuestro país, y fue gracias, en gran parte, al esfuerzo que hizo el Gobierno de la Segunda República por reformar la educación y, en concreto, por fomentar la lectura pública. El préstamo de libros llegó a los pueblos, a los rincones más escondidos, gracias a la labor de las llamadas Misiones Pedagógicas y también de la Junta de Intercambio y Adquisición de Libros. Juan Vicéns de la Llave o María Moliner, bibliotecarios de profesión y por vocación, pusieron más que un granito de arena en la formación de una verdadera red bibliotecaria en nuestro país. Un proyecto que, no obstante, se vio truncado por la Guerra Civil.

 

Abiertas a todos
Hoy, la biblioteca es un servicio más en cada ciudad o cada pueblo. No importa que sea más grande o más pequeña, que tenga más o menos volúmenes… Lo esencial es que esté ahí, abierta a todos. En esa oferta hay que contar también con las de las universidades. En la provincia de Guadalajara, la Universidad de Alcalá pone a disposición de los estudiantes la biblioteca del Campus guadalajareño. Pero desde hace dos años, la universidad cuenta con un servicio más. Uno que va más lejos del de biblioteca universitaria. Se trata del CRAI (Centro de Recursos para el Aprendizaje y la Investigación), en la plaza de San Diego, en Alcalá de Henares. Se inauguró en septiembre de 2014 y desde entonces, los usuarios se cuentan por decenas de miles al año. Su particularidad: no sólo está abierto para la comunidad universitaria, sino para toda la sociedad. Y lo que es más llamativo: abre las 24 horas de los 365 días del año. La idea inicial era que, fuera del horario habitual (de 8.00 a 20.45 horas), permaneciese abierta únicamente la sala denominada de 24 horas, que tiene una entrada independiente desde la calle. Pero la demanda en estos dos años ha sido tal que ya no hay límite: se van abriendo las diferentes plantas –en total hay cuatro– según se vayan ocupando, excepto las salas de trabajo en grupo pequeñas de la planta 2 y 3 y las zonas A y D de la planta 4. Esto exige que haya un vigilante de seguridad por cada planta. La cuarta es, probablemente, la joya de la corona, al ser la destinada a investigadores. Hay que recordar que el centro pone a su disposición despachos, salas de trabajo, salas multimedia...

Un proyecto soñado
El rector de la UAH, Fernando Galván, es uno de los usuarios de esta biblioteca. No duda en decir que su “principal” ventaja es que está disponible para estudiantes e investigadores. Reconoce que la universidad llevaba “mucho tiempo” detrás de materializar este proyecto. Era un reto y también un salto al vacío por su novedad. Pero los datos les avalan. “El nivel de uso es altísimo, no sólo las salas de estudio, sino también las de trabajo”. Y no se olvida el rector de otro factor ajeno al educativo: la “dinamización” del centro de la ciudad complutense. “Se han abierto muchos comercios y también se está creando un vínculo entre la ciudad y la universidad”. Asimismo, el hecho de que este centro haya absorbido seis bibliotecas de seis facultades diferentes (Filosofía, Filología, Arquitectura, Económicas, Derecho y Documentación), fomenta que los estudiantes de grados diversos se conozcan, aunque sea entre libros.
    Cuando los exámenes están comenzando a quedar atrás para la mayoría, la biblioteca comienza a desperezarse hacia las 9.00. Muchos llevan ya horas delante de sus libros u ordenadores. Otros, sin embargo, empiezan a pasar el arco que lee las entradas en este edificio del siglo XIX. “Aquí se repite la historia de Alcalá, dado que ha sido un convento, después un cuartel, y ahora se dedica a la docencia y a la investigación”. La que habla es Carmen Gallo, subdirectora del CRAI. Se mueve por los 11.000 metros cuadrados, distribuidos en cinco plantas, con soltura y orgullo. Ese orgullo de haber conseguido un sueño perseguido durante mucho tiempo. “Cuando entré a trabajar en la universidad, en 1979,  ya se hablaba de una futura biblioteca central de todas las Humanidades”. Ese proyecto no terminó de fraguar, tampoco el que se intentó en la década de los 90. Hasta ahora, cuando este edificio cayó en manos de la universidad. El camino, no obstante, se vio complicado por la aparición de restos arqueológicos.
Una plantilla a la altura
Atender a los usuarios de este edificio 24 horas no es tarea fácil. Sólo en el Servicio de Préstamo trabajan 18 personas, nueve por la mañana y nueve por la tarde. Y también hay un responsable por cada una de las áreas temáticas, Humanidades y Ciencias Sociales, en las que están divididos los cerca de 200.000 volúmenes que moran en este antiguo Cuartel del Príncipe, en unas estanterías que suman 3.577 metros lineales. A éstos se suman ocho bibliotecarios para cubrir los dos turnos, la directora y las dos subdirectoras, una de Coordinación Logística y otra Técnica. Por otro lado, el Servicio de Acceso al Documento cuenta con dos personas responsables, la jefa y el auxiliar administrativo. Para terminar, hay tres conserjes, personal de la universidad, que se reparten las 24 horas del día.

 

Una universidad, tres campus
La Universidad de Alcalá cuenta, además de con el CRAI, con las bibliotecas del Campus Externo –Medicina, Farmacia y Politécnico– y del Campus de Guadalajara –Educación y edificio Multidepartamental–. Esta unificación de instalaciones hace que la gestión sea “más fácil”. Para Carmen Gallo, acostumbrarse ha costado, pero “sólo hasta que te integras, pues hay que tener en cuenta que el personal estaba acostumbrado a su biblioteca, más pequeña”. Entre todas esas bibliotecas existe un servicio de mensajería para que los alumnos tengan acceso a cualquier libro sin necesidad de trasladarse de campus. El tiempo máximo para facilitar el volumen son 24 horas.
    No hay que olvidarse, tampoco, del ingente traslado de todos los volúmenes hasta este monumental edificio. Monumental en cuanto a tamaño y también en cuanto a monumento. Porque no sólo le imprime carácter el hecho de tratarse de un edificio con historia, sino que lo que se ha hecho con el interior es digno de ser visitado en sí mismo. Sin necesidad de tener que ir a buscar un libro. 
    De las tres plantas originales del edificio, los arquitectos sacaron una más, aprovechando la altura de la entreplanta. El hormigón es el elemento que protagoniza paredes, columnas, escaleras... Y se mezcla con un suelo tan bien elegido que no permite que se escuchen las pisadas, ni siquiera las de los tacones. Volviendo al traslado, se hizo en pleno mes de julio. “Fue duro, porque no sólo había que colocar los libros. Todo tenía que venir organizado en cajas ya desde la biblioteca de origen”. Pero llegaron a tiempo y en septiembre de 2014 se abrieron las puertas. Eso sí, todavía siguen “recolocando” libros. “Encontramos algunos duplicados y los enviamos al depósito –hay uno en el CRAI y otro en la Facultad de Documentación–”. Otros los donaron a asociaciones u ONG. También se ven obligados a realizar expurgo de vez en cuando, y en ocasiones dejan libros para que se los lleven los alumnos.
    Por estar abierto 24 horas al día, todos los días del año, todos, incluidas las fiestas de guardar, son muchas las situaciones más o menos extrañas que se han dado en estos más de dos años de funcionamiento. Desde madres que iban con sus hijos para hacer los deberes, hasta personas sin hogar que se resguardan del frío y de la oscuridad de la noche en las salas de la biblioteca. “Un día nos dimos cuenta de que teníamos sentado en una mesa a un niño, como mucho de segundo de la ESO. Le preguntamos qué hacía y nos dijo que Física y Química. Se refería a los deberes. Tras hablar con él supimos que el padre lo había dejado allí y había quedado en pasar a recogerlo después”, explica la subdirectora del centro. 
    
Sin necesidad de carnet
Carmen Gallo es consciente de la dificultad de controlar a los usuarios, más aún cuando no se pide carnet de la UAH para entrar. “En principio, esto es una biblioteca universitaria, pero el rector, en la inauguración, lanzó un mensaje de apertura a la ciudad”. Por ello, por sus pasillos se puede ver a estudiantes jóvenes, de menos de 18 años. “En épocas de exámenes, los alumnos de la UAH protestan porque no tienen sitio, pero  no podemos pedir carnet”. Hay, por ejemplo, una “avalancha” de estudiantes de la ESO. “Les encanta este centro, en concreto una planta, y mientras no alteren y se comporten, les dejamos”.
    El CRAI también se diferencia de otras bibliotecas y espacios educativos en que, realmente, está diseñado para ser utilizado, en su totalidad. Así, ponen a disposición de los usuarios 170 ordenadores de mesa y otros 50 portátiles en préstamo. Y al igual que se permite el autopréstamo de libros a través de unas máquinas especiales, se está estudiando hacer lo mismo con los portátiles, algo que ya se realiza en la Universidad Politécnica de Madrid. “Intentamos ser proactivos y atender las sugerencias de los usuarios”, asevera la subdirectora del CRAI. 
    Las horas de mayor afluencia se dan los fines de semana entre las 17.00 y las 19.00. Los domingos se pueden alcanzar las 1.000 personas en época de exámenes. Fuera de estos meses estresantes para los estudiantes, la cifra ronda de 500 a 700 usuarios los domingos. Los datos anuales son aún más llamativos, con 631.289 entradas contabilizadas durante 2016, frente a las 529.672 personas que accedieron a  esta instalación en 2015. “El CRAI es una confluencia de servicios que va más allá del simple préstamo”, insiste Carmen Gallo. Y parece que esta idea, originaria de los campus estadounidenses, ha venido como caída del cielo para los estudiantes de la Universidad de Alcalá. Y para la sociedad en general.