La crisis no puede con el Carnaval

19/02/2012 - 00:00 Redacción


Es un hecho histórico que todas las sociedades necesitan divertirse para liberar presión, también cuando el panorama es más descorazonador. Son muchos los casos que van más allá de la vida cotidiana como durante una guerra o una catástrofe natural. Los mecanismos de la psicología individual y colectiva crean el contrapeso necesario frente la adversidad, a fin de que el ser humano pueda soportar sin enloquecer un periodo en que las dificultades lo dominan todo.


  Por eso, a Don Carnal le importan poco las penurias del bolsillo y hasta las convierte, si es preciso, en motivo de risa. Al fin y al cabo, ya llegará la Cuaresma para aguar la fiesta. Por eso y porque la tradición manda, Guadalajara vive a lo largo de este fin de semana unos intensos días de fiesta. Durante los siglos esta festividad ha ido tomando, en nuestra provincia, distintas formas y evolucionando. Muchas de ellas perviven como tradiciones, especialmente, en el entorno rural.


  Ese es caso de las Botargas y Mascaritas de Almiruete. Las máscaras son uno de los símbolos más característicos del carnaval y representan motivos campestres y pastoriles. Llegada la fecha, las Botargas ataviadas con polainas, cencerros, abarcas, garrote, sombreros de diverso colorido atraviesan los campos y se aproximan al pueblo, para más tarde entrar en él bajo un ensordecedor estruendo provocado por los cencerros. Las Botargas dan vueltas al pueblo haciendo sonar sus cencerros y en un momento dado recogen a las Mascaritas que salen de una de las casas del pueblo.


 En ese mismo ámbito los Diablos de Luzón constituyen otras de las mayores peculiaridades de nuestro carnaval provincial. A estas dos celebraciones se suman otras como los Vaquillones y Zorramangos de Villares de Jadraque o los Vaquillones de Robledillo de Mohernando. Otras ocalidades, como la capital o numerosos pueblos del Corredor convierten bailes y desfiles en olvido de los males económicos. No podemos olvidar algo obvio: el carnaval es, además del planeta de las máscaras, el reino de la sátira que tiene como objetivo, sobre todo, reírse, incluso de uno mismo.