La democracia como peligro

17/12/2015 - 23:00 Jesús Fernández

Muchos ciudadanos confunden proyecto y circunstancia en la democracia. De acuerdo con esa perspectiva, unos votan según las situaciones (democracia de situación) y otros según el proyecto más global que implica convicciones, modelo de sociedad, valores y construcción de la civilización. La crisis política va más allá de una estabilidad o combinación de las relaciones entre las fuerzas o siglas existentes. Muchos piensan en una recuperación de los “indianos” como si se tratase de una democracia misionera dirigida a convertir o atraer a los ciudadanos hacia sus posiciones. Ciertamente hay que luchar contra una marginación democrática. Nadie tiene que quedar excluido de ella, de su participación. El verdadero sentido de las diferentes fases del proceso democrático es integrar a todos y que no existan niveles de población feudal. Algunos se dedican a desestabilizar. Si existe una democracia mínima también existe un abuso de la misma, pues camina entre el riesgo y el peligro
. Por eso hay que buscar la continuidad, la estabilidad, la constelación, la tradición y la cooperación en la legitimidad. Otros, por el contrario, buscan la ruptura, la confrontación, la revolución, la protesta, el enfrentamiento, la división, creando falsas expectativas de alternancia. No decimos que la democracia esté en peligro o que haya peligros en la democracia. Afirmamos que la democracia entraña riesgos y en eso consiste su grandeza. Hechos y conductas que erosionan y debilitan el sentido del Estado, desorientan a los ciudadanos, hacen más difícil y vulnerable el ejercicio de la libertad y de la soberanía del pueblo. Se confunden medios y fines. Se hace depender la legitimidad del Estado sólo de la eficacia y en la consecución de sus objetivos, satisfaciendo y agradando a los ciudadanos, en una perspectiva pragmática y carente de cualquier valoración moral de sus tareas.
El Estado está para unir y coordinar todas las diferencias sociales por razones étnicas, religiosas, económicas, políticas. El Estado tiene que ser un vínculo. Hoy día resulta muy difícil distinguir entre los intereses particulares y los del Estado. Y mucho más difícil resulta distinguir entre los fines del Estado y los intereses de los partidos políticos. ¿De quién son ambas realidades? Existe el peligro de poner solamente a los partidos como referencia de la democracia con toda la labor de filtración y supervisión de la libertad que ellos ejercen. Muchas veces tenemos la sensación de que la política está por encima de la legalidad, haciendo más hincapié y dando más valor, en ella, a la genialidad, originalidad, improvisación o fuerza de las intuiciones de una persona convertidas en caprichos y seducciones. Como si no existiese ninguna moral constitucional que obligue o vincule su cumplimiento. Mecanismos o racionalidad. Se está usando al Estado. Todo esto es la democracia como peligro y de formación.